David Gistau - Lluvia ácida

Me vengaré

Aborrezco las mañanitas de playa, los castillitos... Echo mucho de menos Madrid. El veraneo se me hace eterno, no puedo más

David Gistau

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El Bloqueo Institucional, la Parálisis del Reloj de la Democracia, el Fracaso de la Cultura de Acuerdos. Son conceptos de contestador automático a los cuales las mayúsculas les brotan solas por su enorme carga de trascendencia histórica y de pavor apocalíptico. Si corres a un espejo y los pronuncias al revés tres veces, en el reflejo se te aparece Satanás. Hay al menos cuatro diputados regeneradores y refundadores que lo hicieron y ahora están en estancias con las paredes acolchadas, comprimidos en camisas de fuerza. No sabe Schz qué fuerzas malignas invoca con su NO, qué oscuridades del terror victoriano se abatirán sobre la Democracia -cáspita, otra mayúscula- en cuanto pronuncie en el parlamento ese adverbio como si se tratara de un conjuro en alguna lengua muerta, más antigua que la Biblia. En cuanto lo haga, apresúrense en proponer coito a alguien, porque ante el fin del mundo y la extinción de la especie humana eso es lo que dicen querer hacer siete de cada diez encuestados. Uno de cada diez volvería a fumar: luego te cancelan el apocalipsis y ahí te quedas, con el vicio otra vez cogido.

No quiero competir en gravedad con las penalidades a las que asoma la patria estática, enmarañada en su melé. Pero el escamoteo del debate de investidura me está provocando un grave perjuicio personal. Aborrezco las mañanitas de playa, los castillitos, los atascos para aparcar encima de una duna, la sensación de la arena en la entrepierna, el traje de baño mojado, el bucolismo, las conjeturas acerca de si la marea sube o baja porque de ello depende una decisión logística vital, dónde colocar las toallas. Lo aborrezco. Lo odio. Echo mucho de menos Madrid. El veraneo se me hace eterno, no puedo más. Empieza la Liga y sigo en la playa. Creo que hoy toca salir a las pozas con esquileros para agarrar quisquillas. Yupi, qué aventura, lo que duelen las rocas al pisarlas mal, yuju.

En términos psicológicos, diseñé el veraneo con la esperanza de que, mediado agosto, la convocatoria de un debate de investidura me daría un pretexto para viajar solo a Madrid unos días y encerrarme en un lugar tan poco propicio para los esquileros como el parlamento. Tenía ensayado el discurso en casa: «Ya lo siento, yo soy muy feliz aquí, pero debo ir, los Periodistas somos la Verdad, sin Periodistas no hay Democracia». Pero nada. Caen las fechas del calendario y el puñetero y mítico dominio de los tiempos de Mariano Rajoy está haciendo que me coma un agosto playero por el que algún día cobraré venganza. Ahora hablan de poner el debate la primera semana de septiembre. Qué cachondos. ¿De qué me sirve en septiembre? ¿De qué playa voy a huir en septiembre? Es muy difícil no sentir Desapego por esta Casta que te tiene todo el mes de agosto sometido a ese durísimo momento de escalofrío en que va uno entrando en el agua y una fría ola cantábrica le alcanza el bajovientre. Socorro.

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