Valores para España

Es hora de rehabilitar unas bases ideológicas que no solo responden a la necesidad del PP de defender su espacio en una derecha fragmentada, sino al interés general de España

ABC

Pablo Casado cierra hoy la Convención Nacional que convocó para reformular la línea política del Partido Popular, herido tras la moción de censura que cerró el ciclo de Mariano Rajoy en La Moncloa y luego sacudido por un inédito y traumático proceso de primarias en el que el rearme ideológico que abandera se impuso al pragmatismo. Ese y no otro es el argumento de un congreso que, por encima de su oportuna instrumentalidad propagandística en un curso repleto de citas electorales, sirve para poner negro sobre blanco el guión de lo que ha de ser una acción de gobierno basada en los principios que la gestión de la crisis aplazó, cuando no sacrificó, por la necesidad de reconstruir una España devastada por el desempleo y, más aún, desmoralizada por el alarmismo de la izquierda radical, tan lesivo para el interés general como el propio desplome de la economía. Recuperado el aliento, es hora de rehabilitar unas bases ideológicas que no solo responden a la necesidad del PP de defender su espacio político en una derecha fragmentada, sino al propio interés general de España.

No puede haber complejos a la hora de defender la integridad de España y la vigencia de la Constitución, ni en recordar el sacrificio de las víctimas de ETA, ni en denunciar el totalitarismo que asoma por el horizonte de la política doméstica, ni en racionalizar un Estado de bienestar cuya garantía depende de una planificación responsable, ni en proponer un modelo educativo basado en las libertades y que contribuya a vertebrar la nación, ni en defender la vida como valor supremo, ni en afrontar la lacra de la violencia de género sin tutelas ideológicas. En esencia, lo que es bueno para el Partido Popular debe ser bueno para España, como el programa de cualquier partido comprometido con la construcción nacional. Desafortunadamente, no son tantos.

Demandado por los militantes y exigido por el electorado, el alarde ideológico del que estos días ha hecho gala el nuevo PP de Casado no sería necesario en una situación de responsabilidad, compartida por el resto de formaciones políticas, ni en el entorno electoral del bipartidismo clásico. El Partido Popular no solo tiene el reto y la obligación de desalojar del poder a un Partido Socialista que de forma integral y transversal pone en riesgo el futuro de España, sino de perfilar su propia marca frente a sucedáneos desideologizados y adaptables y, más a la derecha, frente a propuestas puramente reactivas, sin otro contenido y recorrido que el coyuntural. Antes de ponerse a esa tarea, el PP ha de convencerse a sí mismo de que su propuesta, moderada pero sin dobleces, es la mejor para España.

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