Ramón Pérez-Maura

El triunfo de la kakistrocracia

Algunos todavía creen que Trump se guarda alguna carta en la manga. Error. Él solo es lo que ya hemos visto todos

Ramón Pérez-Maura

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Cuando actúas como un loco, la gente tiende a pensar que estás loco. Donald Trump sólo empieza a darse cuenta de ello ahora. Y ya es un poco tarde para arreglar el problema. En los últimos días los sondeos electorales no podían haberle sido más adversos. Un buen ejemplo es el de la Fox, la cadena televisiva más fiel al Partido Republicano, que ha dado a Clinton diez puntos de ventaja sobre Trump. Pero lo más revelador no es eso. Es que sólo el 78 por ciento de los votantes registrados como republicanos dicen que lo harán por Trump. Hace cuatro años Mitt Romney tenía el 93 por ciento de ese voto. Romney consiguió ganar a Obama en el voto blanco por 20 puntos de diferencia; Trump sólo aventaja a Clinton en ese voto por diez puntos. Y aún con esas ventajas de Romney, el candidato republicano perdió en 2012 como, con toda probabilidad, va a perder en 2016. Esta vez por méritos propios.

Cuando Obama descalificó a Trump en unos términos desconocidos en una campaña norteamericana, la reacción del candidato fue atacar a dos de los miembros más representativos de su propio partido, el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan y el senador John McCain. Un genio. Y después se despachó diciendo que no le sorprendería que las elecciones en noviembre fueran amañadas. Y así cree que puede ganar unas elecciones presidenciales norteamericanas.

Hay algunos seguidores de Trump que todavía creen que el populista se guarda alguna carta en la manga. Error. Él sólo es lo que ya hemos visto todos. Un candidato que no dedica un minuto a explicar políticas o a confrontar las infinitas debilidades de su rival. Sólo lanza mensajes primarios e insultos. Creen que su gran momento de gloria llegará en los debates televisivos de la campaña. Y no se dan cuenta de que también ahí tiene todas las de perder frente a una candidata que sabe que nadie la considera honrada o que se pueda confiar en ella. Pero como ha recordado Peggy Noonan, la histórica speechwriter de Ronald Reagan, Trump en un debate puede ser tan débil como aquel Jimmy Carter en el de 1980 al que el viejo exgobernador de California desmontó sus ataques respondiéndole una y otra vez con cuatro palabras « There you go again » (allá va otra vez).

Esta elección norteamericana demuestra que estamos ante un escenario grave. Una candidata con un pasado extremadamente turbio en su actuación política, gravemente cuestionada por un informe del FBI, va a imponerse el 8 de noviembre porque el sistema no ha logrado producir una alternativa mejor. Como muy bien dice Noonan vivimos el triunfo de la kakistocracia, el gobierno de los peores, los menos cualificados y los que carecen de principios. Y es una tendencia que no se limita a los Estados Unidos. Se extiende de forma preocupante por todo Occidente.

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