Triquiñuelas

Un nacionalista mesiánico como Torra y un oportunista total como Sánchez forman una pareja de cuidado

José María Carrascal

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Las dos horas y media de charla «sincera» de los dos presidentes en La Moncloa pueden reducirse al silogismo: «Si estamos de acuerdo en que el problema catalán es un asunto político, cualquier solución política pasa por el derecho a la autodeterminación». Así de simple, así de fácil y así de falso, pues niega la mayor: que, en democracia, todo problema político debe ser legal. Si no es legal, no es democrático. Y en el asunto catalán se han cometido ilegalidades tan graves como rebelión, sedición y malversación de fondos públicos según el juez instructor de la causa, también ignorado. Lo que significa que el silogismo no es tal, sino engañifa, juego de palabras, trilerismo puro y duro, «¿Ve usted la bolita? Ya no la ve, pero sabe dónde está, debajo de uno de los cubiletes. ¿Cuál? Arriésguese y se llevará veinte euros, como acaba de llevárselos ese señor a su lado» (con la bolita entre el pulgar y el índice). Un nacionalista mesiánico como Torra y un oportunista total como Sánchez forman una pareja de cuidado.

¿Han montado la farsa en La Moncloa, incluido el número de la fuente y el banco donde Antonio Machado se reunía a escondidas con su amada Guiomar, o ni siquiera necesitaron ensayarlo, al coincidir en métodos y fines? No lo sé, pero han logrado que inocentes y conchavados digan que empieza una nueva etapa en tan grave asunto, que se ha clarificado el ambiente, que la crispación se ha convertido en afán de acuerdo. Cuando lo único que ha cambiado es que el presidente español ha recibido al catalán como si tuvieran igual rango, para escucharle decir que «los catalanes se autodeterminaron el 1 de octubre y proclamaron la independencia el 27», que los «presos políticos» deberían estar en casa y que el Rey no debe pisar Cataluña hasta pedir perdón por pronunciarse contra su declaración de independencia. Por si fuera poco, aceptó crear comisiones para buscar un acuerdo sobre ello e irá a Barcelona como un rey mago cargado de regalos: más competencias, retirada de recursos del PP contra leyes catalanas y restablecimiento de artículos del Estatut anulados por el Constitucional… ¡Y aún hay quien dice que no cedió! Desjudicializando el caso renuncia a su mejor baza y excede sus competencias. El juez Llarena se lo ha recordado suspendiendo de funciones a los encausados.

Sería ofender su inteligencia pensar que Sánchez espera convencer a Torra de que vuelva a «la senda constitucional». Se lo ha dicho cien veces: «No volveremos al autonomismo. Queremos la república catalana y, a ser posible, la española». Ante lo que sólo caben dos alternativas: repetir el número de las manitas, hasta no tener más remedio que aplicar el 155, como Rajoy, o capitular con armas y bagaje. El PSOE parece haber capitulado ante el PSC, que capituló a su vez ante el secesionismo con tal de que le permita subsistir. En cuanto al PP, tiene que dejarse de debates internos y entrar en esta trifulca, si no quiere quedarse en la cuneta de la Historia. Pues la que puede quedarse es España.

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