TRIBUNA ABIERTA
Triángulo del Caribe: Duque versus el criptocandidato
«Colombia es ahora el eslabón fundamental del triángulo del Caribe. El día es el 27 de mayo. La decisión será determinante para todos: Iván Duque o el criptocandidato de Maduro, democracia o autocracia, libertad o tiranía para América Latina»
Corea del Norte, su poderío nuclear y sus ICBM –misiles balísticos intercontinentales, en ingles– han concentrado la atención de Asia y el mundo entero. En nuestra región latinoamericana cada doce años ese acrónimo se repite, porque coincide un megaevento internacional, el Mundial de fútbol, con las elecciones presidenciales de Colombia, Brasil y México; los tres países que tienen más de la mitad de nuestra población y representan más de dos tercios de nuestra economía regional.
El país clave es Colombia, porque es parte de esta tríada de gigantes, además de ser el eslabón fundamental del triángulo del Caribe, una de las zonas geopolíticas más significativas del planeta. Playas incomparables, climas templados, gente afable, Macondo, castrismo, guerrillas, narcotráfico, petróleo, dictaduras seculares y democracias ejemplares. Colombia, Cuba y Venezuela, los tres países donde el realismo mágico y utópico del siglo pasado, se enfrentan a la realidad del siglo XXI en estas próximas semanas decisivas. Por encima de colosos como Brasil y México, estos tres países caribeños han dominado la política regional por décadas. El desenlace final llega y Colombia será determinante.
Por décadas la dictadura decadente castrista influyó desproporcionadamente en nuestra región, exportó revoluciones, inspiró guerrillas, cautivó juventudes con su totalitarismo delirante disfrazado de épica anti-imperialista y dejó como legado la guerrilla narco-cartelizada de Colombia y el chavismo autoritario, con sus satélites ALBA, en Venezuela. Así fue que el triángulo del Caribe dominó concentró la atención mediática internacional con dos iniciativas loables: el deshielo cubano y la reconciliación colombiana. Dos procesos con amplio respaldo internacional, del Vaticano y de la administración Obama, pero que requerían un tercer vértice: el régimen autoritario de Venezuela, que ha degenerado en una dictadura atroz y feroz, pura y dura, corrupta e inepta, narco-criminal y delincuencial.
En el triángulo del Caribe se proyectó la ilusión que era posible, después de más de medio siglo, tener apertura en Cuba y paz en Colombia, a cambio de tolerar los abusos del dictador venezolano. Así, Maduro se convirtió en el eslabón «indispensable» de este triángulo: la histórica apertura cubana solo podía funcionar con su multimillonario suero petrolero regalado; mientras que las largas negociaciones colombianas obligaron a las FARC a buscar refugio, trasladar sus armas y narco actividades a la vecina Venezuela, en una operación compartida con el militar «Cártel de los Soles».
El 19 de abril, en Cuba, la gerontocracia nonagenaria cubana seleccionó a un nuevo «presidente», cuyos términos de referencia son aplaudir, alabar y acatar lo que diga Castro hasta enterrarlo, y después se verá que sucede. El 20 de mayo el narcotirano venezolano Maduro finiquita su golpe continuado, mediante el cual castró al congreso opositor, pulverizó las instituciones, encarceló sus opositores y generó un fenómeno inédito: sumió una gran petro-potencia en hiperinflación y contracción económica, expulsó más refugiados que Siria, dejó un país rico sin comida ni medicina y hundido en una catástrofe humanitaria. De manera macabra lo hace mientras baila ondulando su centenar y medio de kilos frenéticamente como loco-loco, ataviado frecuentemente de liqui-liqui, bailando sobe el dolor de un pueblo angustiado y desesperado.
Estas dos dictaduras fracasadas sólo pueden sobrevivir si consiguen un gobierno contemporizador en Colombia. El triángulo ahora se invirtió porque Venezuela, y Cuba, necesitan que las políticas desquiciadas de Maduro, quien hoy propone una criptomoneda Petro como la estocada final de su destructiva gestión, sean apoyadas por su criptocandidato colombiano Petro, para así romper el aislamiento internacional venezolano en la elección colombiana del 27 de mayo. En Colombia, ese día, se determina el futuro de ese país, el del triángulo del Caribe, y el de la democracia y libertad de nuestra América Latina.
Tamaña responsabilidad recae sobre los hombros de un hombre joven, deslumbrantemente inteligente, inmutablemente amable, retóricamente impecable, con temple de hierro y sonrisa afable, con mentalidad renovadora y canas prematuras. Él está acompañado en su fórmula por la mujer más competente de nuestra región, Marta Lucía Ramírez, él representa el futuro de su país y es la esperanza de América Latina.
Se llama Iván Duque, nació años después que el castrismo empiece a gobernar Cuba o la violencia guerrillera se desate en su Colombia natal, recién concluía sus estudios universitarios cuando el chavismo empezó a demoler Venezuela. Ahora tiene la posibilidad de gobernar su Patria, devolverle democracia a nuestra región e inspirar a una nueva generación de jóvenes latinoamericanos.
Colombia es ahora el eslabón fundamental del triángulo del Caribe. El día es el 27 de mayo. La decisión será determinante para todos: Duque o el criptocandidato de Maduro, democracia o autocracia para nuestro hemisferio, libertad o tiranía para América Latina. Nuestra región no es monárquica, es republicana, pero llegó la hora de elegir un Duque como presidente de Colombia.
JORGE-TUTO QUIROGA FUE PRESIDENTE DE BOLIVIA