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La trampa
Están Pedro y Pablo tan distanciados y más indignados que cuando dejaron las negociaciones en julio
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La frase más reveladora de los revueltos últimos días la pronunció el presidente del PNV, Andoni Ortuzar: «Casi nos atrevemos a rogarles que lleguen a un acuerdo». Se refería a Sánchez, con quien acababa de hablar, e Iglesias. Gabriel Rufián, portavoz de ERC, que hablaría ... después con el presidente en funciones, se hizo eco. «Por nosotros no va a ser». Que Sánchez tenga ya en el saco a los dos más importantes partidos nacionalistas advierte, primero, que la maniobra que logró echar a Rajoy de La Moncloa está de nuevo en marcha para conseguir que Iglesias se rinda a los requerimientos de Sánchez. Y, segundo, que aliarse con quienes buscan separarse de España define al que el estos momentos la gobierna. Pero Iglesias se resiste e insiste en el Gobierno de coalición, no contentándose con que algunos de los suyos ocupen puestos de relumbrón, pero sin poder efectivo.
Están Pedro y Pablo tan distanciados y más indignados que cuando dejaron las negociaciones en julio, de ahí que el diálogo se haya convertido en un intercambio de acusaciones sobre quién es el culpable de que no haya acuerdo entre ellos. La fecha límite es el 23 de septiembre, en caso de no alcanzarlo, tendrá que haber elecciones el 10 de noviembre. Sánchez está seguro de que Iglesias terminará rindiéndose por la sencilla razón de que él lo haría en su situación, con todas las encuestas pronosticándole un batacazo en caso de nuevas elecciones, que es la porra que enarbola. El problema es, como digo, que Iglesias no da muestras de rendirse, por más amenazas y carantoñas que le hacen y eso ha puesto nerviosa a la entera progresía, aunque llamar «progresía» a los nacionalistas sea una exageración cuando no un error, ya que en múltiples aspectos representan el conservadurismo más burdo.
Tienen razón en estar nerviosos porque las encuestas son fotos fijas, las que hoy manejamos son de agosto y sabe Dios cómo andará el ánimo de los españoles en noviembre. La tendencia de los últimos meses es que la fatiga de tanto votar es más pronunciada en la izquierda que en la derecha, que se acentuará si ve que PSOE y Podemos son incapaces de entenderse. No significa esto que todos esos descontentos se pasen a Ciudadanos o al PP. Pero cierto número de ellos pueden quedarse en casa el 10 de noviembre. Lo que sería bastante para que la enorme ventaja que tiene el PSOE sobre el resto de los partidos se estreche. Dicho de otra forma: que Sánchez habría caído en su propia trampa. Por eso empieza a estar nervioso él, y Ortuzar, y Rufián y cuantos se las prometían muy felices con alguien en La Moncloa acomodaticio a sus aspiraciones. Eso, sin contar con el frenazo económico que el Brexit y las guerras comerciales están alimentando. Aunque con este hombre hay que esperar cualquier cosa, incluido que siga con el presupuesto de Montoro. Por lo pronto, va a recortar la emisión de deuda. Si la derecha no viene a mí, yo voy a la derecha. ¡Cómo estará Iglesias!
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