Editorial ABC
Tomar como rehenes a las autonomías
Otro agravio a las regiones: por primera vez en veinte años el Gobierno no las convoca al Consejo de Política Fiscal, mientras negocia con ERC, que quiere acabar con la unidad de España
En la carrera por convertir a las comunidades no afines en simples rehenes que fuercen su investidura como presidente del Gobierno, Pedro Sánchez no repara en esfuerzos. Termina el año y el Ministerio de Hacienda ha incumplido su promesa (otro embuste más) de convocar a las autonomías antes del próximo enero al Consejo de Política Fiscal y Financiera, de tal forma que por primera vez en veinte años el Gobierno de la nación orilla esta obligación alegando seguramente la socorrida excusa de que se halla en funciones... exactamente igual que estaba cuando el popular Cristóbal Montoro reunió a las regiones para atender sus demandas. No le duelen prendas al sanchismo en apretar donde más les duele a las comunidades, que es en su financiación. María Jesús Montero, ministra de Hacienda, se ha convertido en ese ariete. Sobran los ejemplos, desde aquella renuencia a entregarles los adelantos del IRPF y el IVA que les adeudaba el Estado, en el anterior (y finalmente frustrado) periodo de negociación de Sánchez para ser investido tras las elecciones de abril, hasta la «intervención» de la financiación de Andalucía pretextando el desvío de una décima del déficit en un presupuesto gestionado ¡por la propia Montero cuando era consejera de la Junta Andaluza!
A estas alturas, Sánchez ha dejado claro que España le interesa más bien poco y que prefiere centrar la relación institucional del Gobierno central con las autonomías en todo lo que le es útil en su negociación -llena de opacidad y secretismo- para volver a ser investido presidente, sobre todo con los separatistas que critican al Rey por recordar lo que dice la Constitución y que apoyan a unos condenados en firme por sedición. Esos son sus socios elegidos. Así, el presidente del Gobierno de España no ha consentido hablar con los presidentes autonómicos hasta que estos le fueron útiles como coartada para negociar con el separatista Torra. Hasta entonces, nada de nada. De la misma manera que no comparece ante los medios, contra los que Moncloa ha emprendido una insólita campaña de desprestigio, descalificándolos como profesionales de la información. ¿Imaginan el alboroto progresista si un Gobierno de centro-derecha hubiera calificado de «tertulianos» a los periodistas por su «tendencia enfermiza» a preguntarle a Sánchez. Malos tiempos para las libertades, la transparencia (de la que tanto alardeaban en un principio) y los derechos en este sanchismo, entregado a la adoración a un político que bate el récord nacional de mentiras (y estaba el listón alto), que abusa de su posición institucional (en funciones) para castigar a las comunidades y que solo parece que se esmera en contentar a los enemigos de la unidad de España.