Todos a trabajar
El independentismo se ha doctorado en los últimos tiempos en el valor pedagógico de las cargas policiales
Otra vez el folclore ha sido la característica de las agitaciones independentistas de esta mañana. Si ayer triunfó lo cursi, esta mañana ha sido el turno de los alborotadores, siempre de baja intensidad, y con prisa por marcharse a trabajar. A esta hora todo o casi todo vuelve a la normalidad, desfile incluido de los estudiantes de la Univers i dad Autónoma, especialistas en buscar todos los días del año cualquier excusa para salir a hacer el indio y no estudiar. Ahí están hoy, con sus porros y sus bengalas. Lo revolucionario para ellos sería acudir un día a clase.
Los llamados CDR se llevaron lo suyo el sábado en Vía Layetana y esta mañana, muy ordenadamente, han desalojado la estación del AVE que habían ocupado cuando los antidisturbios han llegado. El independentismo se ha doctorado en los últimos tiempos, y a marchas forzadas, en el valor pedagógico de las cargas policiales.
Los actos de celebración del primer aniversario del 1 de octubre -aquí las derrotas las celebramos, en lugar de intentar mejorar para poder ganar la siguiente batalla- que se producirán durante el día de doy serán un monumento al cinismo y a la indignidad: los gobernantes que harán la comedia victimista ante los colegios donde la Policía cargó, son los herederos de los que declararon una independencia de broma y no la defendieron, burlándose de los que se jugaron el tipo para votar el 1 de octubre.
El independentismo no madurará hasta que no entienda que ni Puigdemont está fugado ni Junqueras en la cárcel por haber proclamado la independencia, sino por no haberla defendido.
Y así sigue todo en Cataluña: alborotos light, palabras al viento, sobredosis de victimismo convirtiendo cuatro porrazos en la Segunda Guerra Mundial, y manifestaciones de patriotas con horario de oficina, convocadas a las 18:30 para que tanta, tanta gente pueda sentirse por fin alguien cuando salga de trabajar.