Luis Ventoso - VIDAS EJEMPLARES
Sopa de ganso
Si no fuese tan grave daba para unas risas
En «Hannah y sus hermanas», una de las entregas buenas de ese regalo al mundo llamado Woody Allen, un guionista de televisión desesperado está a punto de descerrajarse un tiro. Pero de repente ve en la televisión una escena de una película añeja de los Hermanos Marx. Lo cautiva, le arranca una sonrisa y lo lleva a decidir que pese a todo quiere vivir. La película era «Sopa de Ganso», tan descacharrante y ácrata que Allen la receta como un fármaco para suicidas potenciales.
Hoy «Sopa de Ganso» es uno de los tesoros culturales de Estados Unidos y se custodia en la Biblioteca del Congreso. Pero cuando se estrenó en 1933 pinchó. Su locura desbordaba las convenciones de la época y la Paramount enseñó la puerta a los Marx. El guion es absurdo en cada coma, de ahí su encanto. Groucho encarna al arribista Rufus T. Firefly, un tunante que acaba investido presidente de la República de Freedonia. Es tan zote que convierte la firma de un tratado de paz con Sylvania, el eterno enemigo, en la declaración de una nueva guerra. Su gobernación es hilarante. Cuando sus ministros ponen cara de póquer ante uno de sus enrevesados proyectos, Rufus les replica: «Pero si esto lo entendería hasta un niño de cuatro años…». Como no acaba de convencerlos, el presidente concede: «Sí, realmente a mí también me parece chino ¡Qué traigan a un niño de cuatro años!»
Rufus, claro está, es un mangante. Por la película deambula una rica viuda, la grandullona Margaret Dumont. La declaración de amor de Groucho es leyenda: «¿Quiere casarse conmigo? ¿Le dejó mucho dinero su marido? Responda primero a la segunda pregunta». Por supuesto, Rufus promete atajar la corrupción: "No permitiré injusticias ni juego sucio. Si se pilla a alguien practicando la corrupción sin que yo reciba una comisión lo pondré contra una pared y daré orden de disparar".
Al final Freedonia y Sylvania van a una guerra absurda por la temeridad de Rufus T. Farflay. El presidente no vuelve a la cordura ni cuando las balas silban frente a su bigote en la trinchera:
-«Mira cómo huyen, ¡ratas inmundas!», se ufana Rufus.
–«Señor, que son los nuestros», corrige un soldado.
Del frente llegan malas noticias: «Señor, el general Smith reporta un ataque con gases ¿Qué hacemos?». Rufus da una de sus respuestas ejecutivas: «¡Qué disuelva inmediatamente una cucharada de bicarbonato en medio vaso de agua!».
(Un presidente que es el heredero de un corrupto que robaba a su propio pueblo, pero que dice que no se enteraba de nada, aunque su partido trincaba comisiones a manos llenas. Un partido freak –anti euro, anti UE, anti empresas y filobatasuno–, que con el 8% de los votos mangonea a toda una próspera región del primer mundo cara al abismo. Un presidente que no se ha presentado como cabeza de cartel y que implora gobernar al menos diez meses. Un periódico hegemónico que los jaleó y pisa el freno cuando el bus va ladera abajo. Una catarata de insultos a sus vecinos de siempre, los que hacen posible que sus hospitales sigan abiertos y se paguen sus pensiones. Un lugar donde unos señores que no ostentan ni la mayoría de los votos proclaman que la ley ya no existe. Hay que ver «Sopa de Ganso». Aclara muchas cosas)