Sobre el tiki-taka
¿Debe cambiarse el sistema que nos llevó al mayor éxito?
Mi mujer presenta la rara característica -o no tan rara- de que no soporta ver el fútbol, pero en cambio le encanta seguir las retransmisiones radiofónicas. Es como si a alguien no le gustase ir a la ópera, pero sí que se la contasen. Así que mientras seguíamos el infinito tiki-taka contra los ruskis con careto de creciente agobio, ella se tronchaba al fondo de la sala con los chascarrillos y súbitos arrebatos de pasión latina del estupendo Manolo Lama y compaña. Con aquel soniquete de fondo, no pude dejar de reparar en que se pasaron el partido poniendo verdes al equipo y su míster. Que si Hierro no saca a Iniesta y Aspas (luego los sacó y tampoco pasó nada). Que si «España no encuentra profundidad». Que si «el único gol que hemos metido lo han marcado los rusos». Que a ver «qué hace Hierro pidiendo calma en la prórroga, cuando necesitamos lo contrario». Consumada la eliminación, mis amigos también ardían de indignación en el guasap: «¡No se puede perder contra un equipo tan malo por Dios!». «Los han echado unos tíos peores que el Numancia, qué vergüenza». «No me sorprende. No daba un duro por esta selección».
España es un país hipercrítico. ¿Lo ha hecho peor la selección española que la Argentina del divino Messi o el Portugal del genio Cristiano? No parece. España se ha desempeñado con corrección, contando con que sus divos venían de una temporada agotadora y tenían un entrenador novato, que además se puso al volante con el bus casi en marcha. En realidad han caído al azar en la ruleta rusa -esta vez más que nunca- de los penaltis. Si ese cancerbero largo, espectral y tristón que se apellida De Gea hubiese parado de chiripilla algún penalti, ahora estaríamos saludando como héroes a los que llegarán a la T4 como apestados.
El tiki-taka fue un invento de un castizo que poseía un cerebro moderno, Luis Aragonés. Del Bosque, que era un poco a lo Mariano, tuvo el sentido común de respetar su patrón y la mano izquierda necesaria para pastorear a un grupo muy dispar. A España ese método le ha sentado de maravilla, pues pasó de no rascar pelota a ganar. Cierto que se dio la conjunción astral, que diría Leire Pajín, de que esa táctica contó con el perfecto mariscal de campo para aplicarla: Xavi Hernández, la peonza humana, el rey del pase telegráfico y el giro imposible. Con ese patrón, que ahora se pondrá en solfa, se conquistaron un Mundial y dos Eurocopas. Ayer el tiki-taka hizo que los rusos, un equipo que tampoco era tan malo, no oliesen la bola en todo el partido, y con un poco de suerte arriba España seguiría en el Mundial.
El tiki-taka recuerda a la Transición: es el fruto de un consenso para hacer las cosas con calma y empleando la cabeza, y nunca nos ha ido mejor. Abandonamos Rusia con la lógica pena, pero eso al final es una anécdota. En cambio la siguiente pregunta no lo es: ¿Llegará la nación española entera o rota al Mundial de Canadá, EE.UU. y México en 2026? Sánchez e Iglesias han acordado cepillarse el tiki-taka de la Transición, ya es evidente. Pero en su estilo alternativo solo se ve caos, achique de espacios de libertad y una pavorosa coladera en la defensa de España.