Editorial ABC
Sobran ministros, falta gestión
La cosmética se impuso a la racionalidad, incluso antes de que la pandemia rompiera los esquemas, las previsiones y la propia estructura de un Gobierno hipertrofiado

En un contexto de crisis sin precedentes en tiempos de paz, las dimensiones del Gobierno representan un desafío cada vez mayor, según se sustancian las consecuencias del desplome económico. Los veintitrés ministros -con cuatro vicepresidentes- que componen el Ejecutivo suponen una excepcionalidad no solo histórica, sino una rareza en el entorno de nuestros socios comunitarios. Hay que remontarse a la era transicional de Adolfo Suárez para encontrar en España un Gobierno tan numeroso, entonces condicionado por la urgencia de acometer reformas estructurales en todos los campos de la vida política, social y económica. Treinta años después , España despliega un Consejo de Ministros cuya magnitud tampoco terminan de encajar en los estándares europeos, con gabinetes que rondan la quincena de miembros. El precio que Pedro Sánchez pagó por el abrazo de Pablo Iglesias incluía, entre otros peajes políticos, el nombramiento de cinco representantes de Unidas Podemos, lo que obligó a fragmentar de forma artificial los departamentos ministeriales hasta dejarlos sin apenas funciones y agenda. La cosmética se impuso a la racionalidad, incluso antes de que la pandemia rompiera los esquemas, las previsiones y la propia estructura de aquel Gobierno, hipertrofiado desde su concepción y ya insostenible, por pura ética pública. Los resultados están ahí, sanitarios o económicos.
La austeridad que en la anterior crisis financiera llevó a Mariano Rajoy a reducir su gabinete a solo diez ministros no entra en los planes de Pedro Sánchez. Al contrario, es la lucha contra esa misma austeridad -reversión de los recortes, en el lenguaje que maneja La Moncloa- la que el presidente del Gobierno ha convertido en el principio que guía sus pasos y su gestión. Si de lo que se trata es de predicar con el ejemplo, como hizo Rajoy al comprimir su Ejecutivo, mantener en estos momentos un Consejo de Ministros con veinticuatro miembros resulta un inmejorable cartel para anunciar que el gasto y el despilfarro no se van a detener en España. Sin funciones prácticas, desprovistos de agenda y entrometidos en cuestiones que no figuran precisamente entre sus competencias -con resultados desastrosos para la imagen de España-, los ministros que Sánchez emplea como peones de su juego de coalición solo han tenido que preocuparse de situar a sus respectivas camarillas en puestos de alta responsabilidad y retribución, hasta sobredimensionar aún más la plantilla de altos cargos y de disparar la nómina que cobran, todo un ejemplo de progreso. Si la austeridad está en el origen de todos los males de España, como asegura el Gobierno, el despilfarro es el mejor mensaje que puede enviar a la sociedad para que confíe en que el grifo va a seguir abierto, empezando por su propio Consejo de Ministros.