Editorial ABC
Sin guión ante la segunda ola
La disparidad de los criterios que determinan -no solo en España- la adopción de medidas restrictivas para frenar el avance de la segunda ola del Covid-19 pone en evidencia la arbitrariedad política y la inexistencia de un marco de actuación general
La disparidad de los criterios que determinan -no solo en España- la adopción de medidas restrictivas para frenar el avance de la segunda ola del Covid-19 pone en evidencia la arbitrariedad política y la inexistencia de un marco de actuación general, prescrito por la OMS como modelo, que evite conflictos como el que en los últimos días ha sufrido la Comunidad de Madrid. La alerta máxima decretada en el área de París, el inminente cierre de Palencia y León, el aislamiento de los barrios más afectados de Nueva York o los exigentes porcentajes que maneja Alemania para ordenar nuevos confinamientos ponen de manifiesto las distintas varas de medir con que cada país -o cada región, en el caso español, sinónimo del caos, la improvisación y el desquite ideológico- hace frente a la pandemia. Si la primera ola de la enfermedad fue abordada, la pasada primavera, con un severo protocolo, compartido por el grueso de los países occidentales -el confinamiento más severo-, los daños infligidos a la economía por la parálisis que provocó aquel proceso han llevado a estas mismas naciones a rebajar el alcance de sus restricciones de manera asimétrica e incluso contradictoria. En este escenario, la OMS se limita a diagnosticar al enfermo y a trazar su evolución, justo lo que no hizo cuando la pandemia asomaba desde China y amenazaba al resto del mundo. Después de diez meses, consensuar y establecer un patrón universal de respuesta al Covid-19 ahorraría muchos debates, en buena parte interesados, y muchos esfuerzos. En un país como España, cuyo Gobierno inventa comités de expertos y decreta medidas sin otro consenso que el de su equipo de propaganda, la existencia de un esquema supranacional evitaría esperpentos como el de Madrid. La medicina no es una ciencia exacta, pero aún lo es menos la política.