EDITORIAL

Sin España no hay Brexit

Mantener el veto a un acuerdo inaceptable, hasta el punto de dinamitar la cumbre europea de mañana, representa una postura cuya responsabilidad ha de ser compartida por todos

ABC

Pedro Sánchez escenificó ayer -desde La Habana, algo alejado- la firmeza que le ha faltado al Gobierno durante la gestación del acuerdo de retirada del Reino Unido de la UE. Gibraltar es un asunto de Estado y como tal debe ser abordado por el Ejecutivo y el PP frente a un tratado que deja en el aire la intervención de España en los acuerdos sobre el Peñón. Pero para que el Gobierno de Sánchez reciba el apoyo que merece en la defensa de los intereses nacionales -como el que ayer le brindó Pablo Casado-, primero debe aplicar una política de transparencia a sus negociaciones con el Gobierno de Londres y con Bruselas, una transparencia que no ha existido en los contactos previos al acuerdo para la ejecución del Brexit, gestionados con opacidad y de los que han resultado versiones contradictorias. La evolución de los acontecimientos está demostrando que Bruselas ha pasado de una primera reacción visceral contra Londres -cuando ganó el «sí»- a una evidente actitud conciliadora, que ve con incomodidad la reivindicación histórica de España sobre Gibraltar, un cambio que no merecen quienes han mostrado su fuerte compromiso europeísta y que, sin embargo, premia a quienes decidieron dar un portazo a sus socios. A esto cabe añadir la posibilidad de que el Gobierno de Pedro Sánchez nunca haya estado al tanto de lo que realmente sucedía con el acuerdo a dos bandas entre Londres y Bruselas.

El apoyo apartidista debe conducir al Gobierno a ser muy firme. Mantener el veto a un acuerdo inaceptable, como ayer anunció Sánchez, hasta el punto de dinamitar la cumbre europea de mañana, representa una postura cuya responsabilidad ha de ser compartida por todos. El Gobierno no puede tolerar que España sea marginada a última hora de un asunto clave de su política exterior, en el que cuenta con el apoyo explícito de Naciones Unidas. Firmeza frente a Londres y Bruselas, sin miedo a represalias, ni complacencia con palmaditas en la espalda. El Gobierno ha hecho bien en rechazar meras promesas de Londres, hechas in extremis, y sin garantías concretas.

Es difícil, sin embargo, que España sea tenida en cuenta si en esta crisis diplomática la interlocución en Bruselas corresponde al secretario de Estado para la UE. Cuba no es el sitio donde tenían que estar el presidente del Gobierno y el ministro de Asuntos Exteriores. Mientras ambos pasean por La Habana, la UE se encamina al desenlace de su mayor crisis interna desde la constitución de la Ceca y de Euratom, con un revés en ciernes a la posición española frente a Gibraltar. En estos casos la iniciativa política no puede limitarse a meras declaraciones, por firmes que resulten, sino que exigen de Pedro Sánchez una gira urgente por las capitales europeas para recordar claramente que, sin España, no hay Brexit.

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