David Gistau
Sentimientos
Ahora salen con el pueblo trémulo de sentimientos que necesita la Primera para ofrendarla en sus cementerios
Esto ya lo he tratado en COPE, pero es que sigo conmocionado a la hora de sentarme a escribir. Las añagazas de la propaganda y de la guerra psicológica antes de la final de Milán pueden agrietar severamente la predisposición combativa que el Real Madrid necesita para adentrarse en ese bosque propicio para las emboscadas en el que arriesga las águilas. La agencia Sra. Rushmore, autora habitual de los excelentes spots del Atleti, ha puesto en circulación uno en el que las arengas, las mandíbulas apretadas y las promesas de cabelleras cortadas del cholismo ceden su espacio al chantaje emocional.
Sabíamos que, a diferencia de los madridistas, que tienen ese mohín desdeñoso característico de la conciencia patricia, los hinchas del Atleti viven su equipo al borde del derrame sentimental. Como la leche cuando empieza a burbujear en el cazo. Esto siempre permitió que el Atleti ganara una lid que no deja nada tangible en la sala de trofeos, la del relato emocional, pero que sirve para ahondar el sentido de pertenencia. Ese depósito lacrimal en la misma epidermis que tantas veces vi fluir en las canchas argentinas. El anuncio de Sra. Rushmore lo lleva al paroxismo: aparecen hinchas del Atleti que miran el cielo con los ojos anegados de lágrimas porque se acuerdan de los seres queridos que fallecieron y no pueden compartir con ellos esta instancia de gloria. Una cosa es que la gente del Atleti sea más sentida, y otra muy distinta, coño, es que parezca que en el madridismo no hay abuelos ni padres que se fueron, ni apegos, ni sentimientos, ni recuerdos de la primera vez con papá en el estadio, ni hijos como los de Pedro Simón a los que el Real Madrid, si gana, arrancará el corazón y lo masticará. Androides, eso hay en Chamartín, replicantes que ni sueñan con ovejas mecánicas.
La maldad fugitiva del Atleti de Simeone no tiene límites. Los perseguidores siempre llegan cuando la hoguera se quedó fría. Habíamos quedado en lo de la identidad cholista como acepción marcial, como Vietcong por otros medios. Y ahora salen con el pueblo trémulo de sentimientos que necesita la Primera para ofrendarla en sus cementerios. Es artero. Es como cuando los «marines», con sus copas de Europa en la manga, se adentraban en las aldeas vietnamitas y salían a sonreírles mujeres y niños contra los cuales no era posible levantar el arma. Pero que llevaban explosivos debajo del sombrero arrocero. No se fíen: detrás de las lágrimas de la Sra. Rushmore espera, agazapada, la ferocidad del cholismo. ¡Pero que el anuncio no llegue a la concentración del Madrí! Esto es como cuando las hinchadas impedían dormir en sus hoteles a los rivales. Sólo que, en vez de gritarles debajo de las ventanas, les arrojan sentimientos para debilitarlos de culpa autoimpuesta. ¡Prohibido ser Kevin Costner con los sioux! ¡Prohibida la empatía!, siempre incompatible con las grandes expediciones imperiales. También el madridismo tiene padres. Aunque en concreto el mío era del Atleti, joé.