La señora Doloretes
Lo de RTVE está siendo una cabalgata donde en lugar de desfilar majorettes desfilan expresidenciables
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Quién iba a adivinar a Màxim Huerta su futura condición de exministro. Y a Andrés Gil y Ana Pardo de Vera la suya de expresidenciables de RTVE (Tusell fue exministrable, según Ricardo de la Cierva). El borrado de tuits es el nuevo explotar burbujas del plástico de embalar. Lo mismo es relajante, pero muy tonto. Cualquier trato político, en altas o bajas esferas, es un mercado persa donde se intercambian cosas, no nos vamos a extrañar ahora, pero el espectáculo de RTVE entre Podemos y el PSOE merece una comedia de situación. De situación bastante ridícula. O una película como La muerte de Stalin. He apuntado alguna vez eso que cuenta Garson Kanin en Recordando a Mr. Maugham (Hatari Books). Durante la guerra, Churchill negociaba los nombramientos del Ministerio del Interior. Llegaron a algo que se llamaba División cinematográfica. «¿Eso qué es?», preguntó. «Películas, señor». Meditó un rato. «Películas. Bien, ¿quién lo sabe todo sobre las películas? Kenneth Clark, sin duda». Era experto en arte, historiador, director de museos. Pero nadie replicó. Kanin, que hacía con Carol Reed informes sobre la invasión bajo la supervisión del general Eisenhower, no había oído nunca el nombre de Clark porque no era del mundo del cine. Sin embargo, hizo un buen trabajo.
Me gusta más pensar en Diego Torres Villarroel, que en 1726 obtuvo la cátedra de Matemáticas en la Universidad de Salamanca. Tenía, según Mauricio Wiesenthal en La hispanibundia (Acantilado), el currículo necesario «para ser popular en la España de su tiempo: soldado, buhonero, editor de almanaques astrológicos, exorcista, «gran danzante, buen toreador, mediano músico y refinado y atrevido truhán». Una vez colocado, llamó a sus adversarios «pordioseros, petardistas, tuertos de razón, despilfarrados, sin arrapo de doctrina ni de juicio, con mucho miedo y poca vergüenza». Dice Wiesenthal que era el balance lógico de dos siglos de lucha social contra el pensamiento y contra la cultura: el resultado de la inversión de las castas y el fruto de la demagogia inquisitorial. Diego Torres Villlaroel parece un candidato perfecto para RTVE según las normas del contubernio entre Pedro y Pablo, los Picapiedra de Cuelgamuros.
Pero es que surge el nombre Tomás Fernández Flores (este con el apoyo del PNV) y sale Diego Manrique a ponerlo verde. Que si entró en Radio 3 como «recomendado del aparato franquista», que si es «un artista de trepar», que si tiene «un ego monumental», «dos o tres ideas prendidas con alfileres» y que «como jefe, utiliza la política del terror y la censura». Se une Javier Gallego Crudo para recordar que fue «el director que censuró su Carne Cruda». Al suelo, que vienen los nuestros, que diría Pío Cabanillas. Pero el actual director de Radio 3 también se ha convertido, de momento, en expresidenciable de RTVE. Salvo PSOE, Podemos y PNV, todas las demás fuerzas han rechazado el pacto. El tripipartito los había dejado fuera. Eso a los amiguitos. Los otros ya estaban fuerísima (Ciudadanos hasta abandonó el Congreso). Mañana seguiremos con este espectáculo.
Escribió Pla sobre la señora Doloretes, que comía con lo que en 1912-1913 se llamaba istil. Era una imitación exagerada de las buenas maneras. A la cuchara o al tenedor se le daba una curva majestuosa. Se bebía a sorbitos tan insignificantes que después la copa parecía tener más líquido. «El conjunto ponía la carne de gallina». Nombrar, no sé, a Isabel Celaá (la ministra Menchu) o a Pedro Duque es nombrar con istil. Lo de RTVE es comer como un cerdo. Sin disimulo.