Editorial ABC

Segunda oportunidad para Sánchez

El secretario general debe recomponer las estructuras asoladas del PSOE, y tratas de reunificar a sus dos almas en torno a un proyecto creíble y necesario para España

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Mañana, el nuevo PSOE de Pedro Sánchez comenzará su andadura oficial con una nueva Ejecutiva, un nuevo Comité Federal y el control absoluto de su liderazgo sobre toda la estructura del partido. La incorporación de Patxi López y de Fernández Vara como responsables de la política territorial es un gesto con más valor simbólico que de integración real. El «susanismo» ha sido arrasado, y del modelo de partido que planteaba Susana Díaz no quedarán ni las espinas. Por tanto, siendo indiscutibles el triunfo y la autoridad de Sánchez en esta nueva etapa, solo resta que cumpla con las exigencias que el elector tradicional del PSOE, y no solo el militante, le impone. Sánchez se equivocará si se alinea con Podemos contra el PP en lugar de combatir a Pablo Iglesias porque, sencillamente, es su principal amenaza, y quien ha reducido el espectro electoral del PSOE a menos de seis millones de votantes. El populismo simplista, demagógico y servil con la extrema izquierda no es la línea que debe seguir una socialdemocracia moderna, pragmática y con sentido institucional del Estado, por ejemplo frente a cualquier desafío independentista y frente a políticas económicas capaces de conducir a un país a la ruina.

Sánchez debe recomponer las estructuras asoladas del PSOE, y tratar de reunificar a sus dos almas en torno a un proyecto creíble y necesario para España. Una oposición útil, capaz de proponer ideas realistas para nuestro país, y no convertirse en una marioneta de un populismo caduco y teatral para amenazar continuamente al centro-derecha con mociones absurdas y votaciones forzadas. Sería lógico que Sánchez haya aprendido muchas lecciones del pasado: cómo fue engañado por Podemos , cómo provocó un auténtico cisma en su partido y cómo nunca más debería insinuar que está dispuesto a pactar con los independentistas la ruptura de España a cambio de instalarse en La Moncloa.

Sánchez sabe que dejó de ser creíble para buena parte de su partido y militancia, para millones de electores y para millones de demócratas alejados de la socialdemocracia que percibieron en él una auténtica amenaza para la gobernabilidad de España. Hoy su reto es rehabilitar al PSOE, crear un proyecto sólido y fiable, alejado del sectarismo y la sumisión al populismo y al secesionismo, y capaz de contribuir generosamente a la estabilidad de la legislatura. No hay que ser ingenuo: su objetivo será siempre atacar a Rajoy hasta que deje de ser presidente del Gobierno. Pero no es lo mismo hacerlo desde la recuperación emocional de un partido como el PSOE y desde una idea común y legítima de España, que hacerlo desde el oportunismo, la carencia de principios y la pérdida de valores intrínsecos a nuestra democracia. Pactar con quien no cree en la democracia no debe ser nunca una opción.

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