Editorial ABC
Sánchez sigue sin ser creíble
El «acuerdo» logrado sigue rezumando una enorme desconfianza mutua entre La Moncloa y la Comunidad de Madrid
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La reunión mantenida ayer por Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso debería contribuir, por su tono poco beligerante y su aparente carácter constructivo, a no viciar en adelante el clima de necesario entendimiento entre ambas instituciones en la lucha común contra la pandemia. Era la primera vez que Sánchez acudía a la sede del Gobierno madrileño, y lo hizo para tratar de rentabilizar un «acuerdo» filtrado por La Moncloa en el que aparecía como el promotor de consensos con una comunidad del PP superada por la crisis vírica. Se trataba de que Sánchez aparentase llevar la iniciativa, simular que es el hacedor de su famosa «cogobernanza», y que aunque ya no retiene el «mando único» de la lucha contra la enfermedad, él siempre actúa como un presidente paternalista y protector de todos los españoles, aunque la competencia en materia sanitaria sea de las autonomías. Sánchez está pergeñando un nuevo «relato» en términos de imagen y propaganda para sacudirse cualquier responsabilidad de la segunda ola de esta crisis, culpando a las regiones de todo lo que ocurra. Su frase de ayer -«no es una guerra ideológica, sino epidemiológica»- refleja hasta qué punto el marketing político era el único objetivo que lo guiaba. El «acuerdo» logrado es demasiado genérico, inconcreto y sigue rezumando una enorme desconfianza mutua entre La Moncloa y la Puerta del Sol más allá de una aparente tregua.
Dadas las expectativas que había generado la cita, su resultado genera más dudas que certidumbre. Sobre todo, respecto a la sinceridad real que pueda tener Sánchez con sus ofrecimientos, porque resulta poco congruente que mientras La Moncloa estrecha la mano de Ayuso, el PSOE, a través de Adriana Lastra, José Luis Ábalos o diversos alcaldes socialistas del sur de Madrid, hostiguen a la presidenta, fomenten protestas callejeras, conviertan cada decisión de Ayuso en un conflicto de clases sociales, y rumien una moción de censura basada en la pretendida superioridad moral de la izquierda. Sánchez no es ningún converso repentino y por eso sigue sin ser fiable. Lamentablemente, es evidente que acudió a hacerse su enésima foto porque para llegar a conclusiones tan vacías habría bastado con una de esas interminables charlas telemáticas a las que Sánchez nos ha habituado. Si la reunión fue promovida por La Moncloa, porque así lo reclamó después de haber ninguneado varias veces a Ayuso, carece de sentido que el acuerdo sea tan etéreo, porque la creación de un «grupo de trabajo» conjunto se daba por descontada, y así debió funcionar siempre por respeto a los ciudadanos y a su salud. Nadie podrá criticar que ambos se hayan reunido y suavizado su enfrentamiento. Cosa distinta es que la maniobra de Sánchez no oculte realmente otra trampa para convulsionar las calles contra el PP y abonar una moción de censura. La obsesión de Sánchez es Madrid, y no va a dejar de serlo por el virus.