Mayte Alcaraz - PECADOS CAPITALES

Sánchez ha pedido tiempo y Rajoy se lo da

La Moncloa aguarda a que el PSOE diga cómo y cuándo

Mayte Alcaraz

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Contactos oficiales, no. Pero hablar, lo que se dice hablar, todos estamos hablando. Así se despacha un colaborador muy cercano a Rajoy cuando se le pregunta por los contactos «discretos» que mantienen ambas formaciones para que, in extremis (finales de julio o principios de agosto) el PSOE se abstenga para permitir que el actual presidente en funciones pierda la segunda condición y lo sea a todos los efectos. Ministros, diputados electos, miembros de la cúpula de Génova, responsables de la fontanería de La Moncloa, todos han echado redes en algunos despachos de Ferraz y de dirigentes territoriales socialistas para palpar «cómo va el lío de Sánchez», como suele tildar Rajoy todo aquello que no controla. ¿Y qué es el lío de Sánchez? Pues construir un relato que justifique, ante sus bases, que la responsabilidad institucional obliga a permitir que gobierne el partido más votado, con un programa tasado, que ponga en marcha reformas imprescindibles para España.

Ese alto responsable es claro: todos hablamos con todos, pero Rajoy no lo ha hecho con Sánchez desde la llamada que le hizo el líder socialista para felicitarle la noche electoral. El presidente no le ha telefoneado porque esos interlocutores socialistas, que mantienen encuentros discretos con los enviados del PP, les han hecho llegar que Sánchez necesita tiempo; y probablemente, más de un Comité Federal para allanar el camino a una abstención, que nunca sería en la primera votación. Simultáneamente, Rajoy ha remitido también, a través de esos intermediarios, un mensaje de máxima flexibilidad: «Pedro Sánchez puede elegir el formato en el que quiere que negociemos. Si quiere con cámaras, se hará; si quiere que sea en La Moncloa, también; pero si quiere celebrar esa reunión en el Congreso, encantado, e incluso en algún sitio discreto, no pondré ningún problema».

Ese formato abierto, que ha ofrecido también a otros líderes, nacionalistas, a los que está viendo estos días, solo quiere facilitar a su contrincante político dar un paso que, es consciente, entrará en clara contradicción con la postura inflexible de Sánchez durante la corta legislatura anterior. Optimista pero realista, lo que el líder del PP ha dado por perdida es la alternativa de la gran coalición que sería la fórmula que otorgaría mayor estabilidad a su Gobierno. Pero el presidente ya no está en eso. Sabe que será presidente en minoría y que, probablemente, no cumplirá el plazo que se había dado de ser investido a finales de julio para convocar el 5 de agosto su primer Consejo de Ministros. Y, como contó este periódico el domingo, la clave estará en la presión europea: de allí vendrán las nuevas exigencias de déficit para marcar el techo de gasto, los presupuestos generales y los de las autonomías, también paralizados hasta que el PSOE dé el sí, quiero... abstenerme.

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