Editorial ABC

Sánchez no oculta su debilidad

El presidente en funciones mantiene a los españoles en una perniciosa incertidumbre para salvaguardar su ególatra concepción del poder

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El presidente del Gobierno ha cumplido su compromiso de convocar su investidura en julio, aun sin haber cerrado una votación favorable. Tal y como comunicó ayer la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, la sesión de investidura comenzará el 22 de julio, fecha que permite sospechar que, sin un acuerdo in extremis con Unidas Podemos y otros partidos, el PSOE está dispuesto a llegar a noviembre con unas nuevas elecciones generales. Las alternativas que maneja Sánchez son tres. Primero, forzar esta votación para que Pablo Iglesias ceda en última instancia, y vote a su favor sin poder situar a dirigentes de su partido, o a él mismo, en el Consejo de Ministros. Segundo, crear la expectativa de que su relación con Podemos está rota, cuando en realidad haya podido pactar ya una investidura con Iglesias, con el separatismo catalán y con otros socios de la moción de censura, de modo que todo este laberinto previo sea un engaño masivo a los ciudadanos. Y, tercero, no mover un dedo y esperar a que Iglesias frustre todo por su ansiedad personal de tocar poder. En este último caso, y si el líder de Podemos no claudica, Sánchez tendrá pocas opciones más que la convocatoria de elecciones en otoño. Tan es así que ha hecho cuadrar la fecha de la investidura para que una hipotética repetición de comicios no coincida con el «puente» de Todos los Santos. De momento, Sánchez cuenta con dos hándicaps relevantes, porque ni el PP ni Ciudadanos están dispuestos a facilitar su investidura con una abstención, y porque es él mismo quien ha comprometido su palabra asegurando que si no es elegido en julio, no lo volverá a intentar en septiembre, de modo que España quedará abocada de nuevo a las urnas.

Sin embargo, nada es creíble en Sánchez. Su apuesta por vetar a Iglesias en la mesa del Consejo de Ministros parece sólida, así como su propósito de culpar de cualquier fracaso a Podemos, Cs y el PP. Pero eso es fingir una fortaleza que no tiene. Sánchez tiene 123 escaños, y es legítimo que tanto Albert Rivera como Pablo Casado cumplan la palabra dada en la campaña a sus votantes. Carece de sentido que Cs y el PP saquen las castañas del fuego a un sectario como Sánchez, que hasta renunció a su escaño con tal de no avalar la investidura de Rajoy. Sánchez tiene una responsabilidad y la está eludiendo. No ha ofrecido absolutamente nada a Casado y a Rivera y aspira a tener su apoyo de forma gratuita y sin desgaste. Ceder sería un auténtico fraude a sus votantes. Por su parte, es lógico que Podemos exija su parte alícuota de poder, aunque fuese tremendamente negativo para los intereses de España. Sánchez tendrá que aclararse. Pero de momento mantiene a los españoles en una perniciosa incertidumbre para salvaguardar su ególatra concepción del poder.

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