Sánchez exporta a Europa sus vetos

Prorrogada hasta hoy por la imposibilidad de sellar un acuerdo en tiempo y forma, la cumbre convocada en Bruselas para designar a los nuevos dirigentes comunitarios se saldó ayer con un fracaso que revela la tensión existente entre las distintas familias políticas de la UE. Como también sucede en buena parte de los parlamentos nacionales, la fragmentación del voto ha debilitado a las dos fuerzas -populares y socialdemócratas- que históricamente se han repartido el poder en la Unión, a cuyo seno también se han trasladado los modos y maneras con que algunos dirigentes continentales tratan de imponer su voluntad, a la altura de su ambición personal e inversamente proporcional a su peso parlamentario, para obstaculizar consensos.

Pedro Sánchez ha exportado a Bruselas su célebre estrategia del «no es no», que ahora pasa por vetar al candidato del partido más votado en las elecciones del 25 de mayo, el alemán Manfred Weber, para tratar de situar al frente de la Comisión al socialdemócrata Frans Timmermans. Sin capacidad real para promover el nombre de un representante español e instalarlo en la cúpula de la Europa que surge tras el Brexit, donde nuestro país merece contar con una cuota de representatividad a tono con su creciente peso, Sánchez ha cobrado protagonismo en la UE a través de sus vetos, bien conocidos en Madrid. Del «no es no» al «sí es sí, porque sí», el presidente del Gobierno en funciones, metido en el papel de salvador de la socialdemocracia, intenta aumentar su talla política en Bruselas como muñidor de unos pactos basados -por este orden- en la derrota, el trágala y la parálisis institucional. Como España, Europa exige un diálogo franco y responsable, no un plante cuyo único objetivo es desgastar a un rival que, antes que nada, es socio.