Editorial ABC

Sánchez se entrega al separatismo

Lo intentará aun a sabiendas de que no son socios fiables y que van a co-gobernar la misma España que quieren demoler

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Una vez concluida la primera ronda de contactos del PSOE para negociar la designación de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, hay tres conclusiones claras: Sánchez piensa en ser investido a toda costa; ha tendido una trampa a PP y Ciudadanos para tener una coartada con la que tener vía libre a ceder ante el separatismo sin cortapisas; y Podemos tendrá cargos destacados en el Gobierno. Incluso, ayer reclamó la vicepresidencia, ni más ni menos. La alternativa a esta investidura de la mano de Podemos, nacionalistas vascos y otros partidos regionalistas con la abstención de ERC, o incluso del PDECat, sería la convocatoria de elecciones. Y pese a que ha sido el propio Sánchez quien ha alentado esa hipótesis, lo probable es que se reedite el «club de la moción» de censura contra Rajoy. Ese es el precio de la precariedad de sus 123 escaños y de depender del chantaje de partidos que pretenden una reconversión territorial en España.

De momento, España sigue sumida en un desalentador proceso en el que cada partido parece disfrutar generando desconcierto, confusión e inestabilidad. Se negocia cada día con un discurso diferente, de modo que se secuestra al elector y se utiliza su voto a conveniencia, aunque sea para respaldar gobiernos de distinto signo al verdaderamente votado. Son negociaciones al uso y a múltiples bandas, pero es cínico que cada día el PSOE cambie su discurso y estrategia: un día pone la cruz al independentismo, y al día siguiente lo agasaja rogándole que no bloquee la investidura; un día niega a Iglesias cualquier opción de entrar en el Gobierno, y al día siguiente no lo descarta. La evidencia es que Sánchez está débil, y que tendrá que negociar con los mismos que le condujeron al poder. Los mismos, por cierto, que después tumbaron sus presupuestos forzando la convocatoria de comicios. Lo grave es que Sánchez lo intentará aun a sabiendas de que no son socios fiables y que van a co-gobernar la misma España que quieren demoler.

Aun en el supuesto de que Sánchez saque adelante una investidura que parece tener más asegurada de lo que simula, la gobernabilidad será compleja. Gobernar como rehén de partidos que aborrecen a España tendrá un alto precio; para él como dirigente de una socialdemocracia que aspira a liderar en Europa, y para España como proyecto territorial común anclado a una Constitución que sus socios querrán derogar. La investidura puede resultar sencilla, pero la gobernabilidad será un suplicio que difícilmente podrá perdurar cuatro años. El separatismo ya traicionó a Sánchez, como el PNV lo hizo con Rajoy. Sánchez debería saber que sus condiciones son inaceptables, más aún después de escuchar a los acusados de golpismo decir que no se arrepienten, que volverían a delinquir, y que no cesarán hasta declarar la «república». La legislatura apunta a ser un esperpento político.

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