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Todo irá bien

Presidenta

Salvador Sostres

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De entre todas las entrevistas que he publicado este verano, la que sin duda más odio ha despertado ha sido la dedicada a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Cuando digo «odio» me refiero a esta jaula de las fieras que ... son las redes sociales, con especial mención a Twitter, esa cloaca. Ahí está la turba, la masa, la carne amontonada, las afueras de Dios, el desolador inventario de lo invertebrado, de lo que queriéndose alzar nada alcanzó y ahora cae de resentimiento en resentimiento, rebotando en la amargura y la impotencia. El retroceso moral de España se nota más que en ninguna otra circunstancia en el odio a la libertad, en la violenta rabia que generan las personas que no están dispuestas a aceptar la tiranía de la corrección política y de los prejuicios con que los que nunca confiaron en su inteligencia, porque nunca la tuvieron, pretenden controlar el mundo reduciéndolo a sus límites mentales. He leído muchos insultos a Isabel Díaz Ayuso y ninguno era más brillante de lo que ella dice. Y aunque lo que estos mensajes muestran es desprecio, lo que explican es el dolor. A mí nunca me ha dolido, aunque me ha costado, conocer a hombres más inteligentes que yo. Cuando me ha pasado he procurado tenerles cerca, muy cerca, lo más cerca que he podido, y les he copiado en todo -eso, lo primero- y luego he intentado aprender de ellos. Cuando he conocido a mujeres más hermosas que nunca fueron para mí -eso ha sido mucho más frecuente- he tratado de retener su belleza, y de guardarla en mi memoria como un regalo de Dios. A la presidenta tampoco la ayuda ser tan sexy. Y entonces la izquierda colapsa y enloquece ante esta explosiva mezcla de libertad, talento y belleza. Me gusta la presidenta Díaz Ayuso. Me gusta de todas las maneras. En nombre de una objetividad que no existe la derecha tenemos demasiado complejo en mostrar la pasión, el sentimiento. Nuestra marca es la alegría y hemos renunciado a ella. Si nos gusta la libertad, tendríamos que decirlo, y decirlo dos veces, e identificar a los pocos políticos que en alguna medida la encarnan y decirles que les estamos muy agradecidos. Leo mucho más cómodos a los columnistas de la derecha señalando los defectos de los políticos que más o menos les representan que reconociéndoles sus méritos. ¡Sois unos tristes! He leído muchos insultos de los columnistas de la izquierda tomando de referencia el aspecto físico, la clase social o la familia de los políticos de la derecha; y no leo a columnistas de la derecha celebrando el atractivo y la sensualidad de nuestras políticas y políticos. ¿Desde cuándo asumió la derecha el tonto cliché de que era ofensivo exaltar la belleza, la sensualidad, la vida? ¿Desde cuándo somos tan rígidos, tan infelices, tan soviéticos? Todos y cada uno de los motivos por los que la izquierda odia a Isabel Díaz Ayuso tendrían que alegrarnos los argumentos, las columnas, la política de cada día. Y ahí estamos, en el rincón de los aburridos, asumiendo los tópicos que nos destruyen, repitiendo como loros que tenemos que dar la batalla cultural y entregando todas las banderas, incapaces de decirle a nuestra presidenta más importante que en su clase, en su inteligencia y en su belleza nos vemos más jóvenes, más fuertes y menos condenados a la humillación y la tristeza de estar gobernados por Pablo Iglesias y Pedro Sánchez.

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