La derecha tiene un problema

No da con la tecla y esto augura una crisis mucho más severa y prolongada en España

El líder del Partido Popular, Pablo Casado, durante la primera sesión de control al Ejecutivo celebrada en el Congreso desde que se declaró el estado de alarma EFE
Salvador Sostres

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Está bien que el CIS continúe publicando encuestas incluso en estos tiempos, porque da una idea, y una idea muy exacta, de las prioridades del presidente del Gobierno. Si alguien creyó que sus chavistas ruedas de prensa y todas y cada una de las medidas que ha tomado, y el modo en que las ha tomado y anunciado, tenían otro objetivo que el meramente electoral, ahí está Tezanos para recordarnos la cruda realidad. Recuento de votos, recuento de cadáveres. Y en el turbio y tantas veces imperceptible alambre que los delimita -ni siquiera me atrevo a escribir que los «separa»- hace equilibrios Pedro Sánchez, ahora jaleado por Juan Echanove. «Estamos en las mejores manos».

Pero de las dos últimas elecciones hemos aprendido que pese al sectarismo del presidente del CIS, y de su servilismo, sus datos no están al final tan desencaminados, aunque se le acuse de condicionarlos. Y eso significa que la derecha tiene un problema. Y eso significa que concretamente el Partido Popular y Pablo Casado tienen un problema. Porque ante la improvisación, la propaganda y el caos con que el Gobierno trata de sacar provecho del sufrimiento de todos, y pese a las demenciales propuestas de Pablo Iglesias y de su esposa, y a sus peligrosos ataques a la libertad y a la democracia, PSOE y Podemos mantienen sus apoyos y el PP no se sale de los gráficos.

Algo está haciendo mal Casado y es absurdo que trate de culpar a Sánchez de estas cifras tan lamentables. El centro derecha no da con la tecla y esto augura una crisis mucho más severa y prolongada en España. En estos momentos de angustia y de dificultad todo el mundo tiene su responsabilidad, y la del PP es la de estar en las mejores condiciones para lograr la presidencia del Gobierno a la primera oportunidad. Es evidente que está muy lejos de este escenario, por no decir que no tiene ninguna posibilidad. Yo, cuando me roban, las reclamaciones no las dirijo al ladrón sino a la policía; y por el mismo motivo doy por descontado que la maldad existe, y la mezquindad, y los incapaces que con su cinismo o su ingenuidad la propagan: y mi drama es que cuando me dirijo a los que tendrían que estar llegando al rescate, no veo a nadie y son una llamada perdida.

Es entretenido –créanme, yo suelo hacerlo, y paso muy buenos ratos– escribir artículos sobre la mezcla de negligencia y miseria moral que inspira y guía todos y cada uno de los pasos de este gobierno, pero estos artículos no resuelven ningún problema. Tener razón no resuelve ningún problema: yo la tengo casi siempre, y excuso comentar cómo me ha ido. Lo que sirve es ganar. Lo que sirve es alcanzar el poder y mandar. Y hoy, a los españoles que aún tenemos dos dedos de frente, no nos queda ninguna dirección en la que mirar que nos dé un poco de esperanza.

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