Lo de Joaquín
En los toros hay que mantener la liturgia como si todos los días fueran Jueves Santo
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Si los toreros y la autoridad no protegen la tauromaquia en las plazas, ¿quién lo va a hacer? Viene esto a cuento de la corrida del sábado en La Maestranza. He leído con pasmo (y mucho gusto también) las crónicas de Andrés Amorós y de ... Jesús Bayort en ABC. Ya saben, Antonio Ferrera sacó al ruedo al futbolista Joaquín. No tuvo bastante Ferrera con el capote azul. «Salta, que tú eres torero. Te pago yo la multa». Ya me da repelús esa imagen de Joaquín con el capote tras ganar la Copa del Rey (¡con Curro mirando!). A ver, es una gansada que los futbolistas, se llamen Raúl, Ramos o Nacho, saquen el capote en campos de fútbol (que el capote tenga el escudo del Madrid es un doble tirabuzón de paletismo), pero que la plaza se tome por un descampado cualquiera…
Claro que las cosas evolucionan, pero en los toros hay que mantener la liturgia como si todos los días fueran Jueves Santo. En La Maestranza había el otro día una apoderada (Cristina Sánchez) y una alguacililla. Perfecto. Pero aquí no vale el lugar común ‘gatopardiano’ de cambiarlo todo para que nada cambie. A no ser que ese cambio sean los petos protectores en los caballos o la irrupción de Belmonte (ya no se volvió a torear como antes). Variar la geometría del toreo, romper las reglas de los terrenos del torero y el toro. Pero manteniendo la liturgia, el misterio, la conciencia de estar el centro de algo extraordinario. Belmonte y Joselito eran héroes. Los toreros deben seguir siéndolo.
En ‘La muerte del espontáneo’, Manuel Arroyo-Stephens escribe que el torero «tiene plena conciencia de estar ejercitando un arte: los aficionados, de ser testigos, casi partícipes de ese instante mágico». Pero va Ferrera y saca a Joaquín.
Los toros no necesitan la excusa del arte, la de los puestos de trabajo o la existencia del toro bravo. En ‘El fin de la fiesta’ (Debate), Rubén Amón señala la incomodidad de una sociedad que ve con escándalo la muerte, la exposición del héroe de verdad (no el que salva gatitos), la masculinidad confundida con machismo y una comunidad secularizada y recelosa de los ritos y la liturgia. Los toros son transgresores e incorrectos en nuestra sociedad de algodón que tiene en el animalismo una religión de centro comercial.
Me da la impresión de vivir sucesos extraordinarios. Con pocos meses de diferencia he visto una ‘Tosca’ en Madrid con un bis del ‘Vissi d’arte’ a Sondra Radvanovsky y una ‘Tosca’ en Nápoles con un bis de Jonas Kaufmann de ‘E lucevan le stelle’. Recuerdo haber visto también rabos de Enrique Ponce. En la plaza. ¿Habrá de Pedro Sánchez en su móvil? No eran sucesos extraordinarios. Era la gente. El público, que también tiene que cuidar el arte. ¿Pero qué es eso? Como dijo Juan Belmonte al notario Luis Bollaín, «el día en que el arte quepa en el estrecho embudo de una explicación fría, nos habremos quedado sin él».
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