Luis Ventoso

Retorno a «no es no»

Cuando llegan las primarias las bases suelen inclinarse por el candidato más hooligan, el más combativo, el que hace más énfasis en las sagradas esencias

LUIS VENTOSO

Las primarias son un mecanismo que con diversas variantes impera en todas las democracias avanzadas. Son imperfectas, pero es que la alternativa se llama dedazo, o epifanías que brotan de un cuaderno azul. Dicho esto, cabe añadir que las primarias las carga el diablo. Un militante de un partido suele ser una persona que vive su ideario -izquierda, derecha, nacionalismo- con una pasión mucho mayor que el ciudadano tipo. El votante medio no está tan ideologizado como una afiliado. El resultado es que cuando llegan las primarias las bases suelen inclinarse por el candidato más hooligan, el más combativo, el que hace más énfasis en las sagradas esencias . Incluso pueden dar la victoria a un eslogan tan delirante “no es no”, como acaba de ocurrir.

Sánchez era el candidato más radical. También el que encarnaba esa furia antisistema que a rebufo de Podemos se ha ido apoderando del PSOE, paradójicamente un partido puro de poder, el que más tiempo nos ha gobernado. El PSOE enfermó con Zapatero, nunca se curó y con Sánchez, que ya lo metió en la UCI, ahora entrará en coma.

Pedro ha goleado a Susana, más centrista y más patriota, en una mala noche para España. La sultana, que la verdad es que no es ninguna maravilla -ni en formación ni en ideas ni en dialéctica-, se durmió en los laureles. Tardó muchísimo en arrancar su campaña y confió su victoria a la máquina del aparato, como ocurre desde siempre en el PSOE andaluz, perfecto engranaje clientelar. No entendió que una votación en toda España con cabina con cortina es otra historia. Ni que los militantes del PSOE se han radicalizado. Observan al gran santón, Felipe González, y muchos ya no ven al padre del Estado del bienestar español, sino a un señor avinagrado que se ha dedicado a los negocios y no siempre en las más excelsas compañías.

Tengo muy mal concepto de Sánchez, humano y político, pero en esta jornada inquietante para España cabe reconocerle que la suya es una espectacular victoria contra el establishment, que tiene mucho mérito. Tenía enfrente a los barones y el aparato de su partido, al periódico de referencia del PSOE y al poder económico. Se echó a la carretera, en lo que parecía una quimera quijotesca, y le ha sacado casi diez puntos a la favorita.

¿Y ahora qué? Nada bueno. Sánchez es una pésima noticia para España, por dos motivos: está dispuesto a gobernar con los comunistas y es muy capaz de poner en solfa la unidad del país a cambio de apoyos para dormir en La Moncloa. Eso sin entrar ya en que carece de una sola idea en economía, más allá de cepillarse la reforma laboral y disparar el déficit.

España, un país estupendo, está a un paso de poder convertirse en una inmensa historia de éxito. Pero se da la paradoja de que al mismo tiempo está también está muy cerca de sumirse en la fractura territorial y el populismo, la cuesta abajo más brutal. Esa situación agridulce requeriría tener al frente del PSOE a un líder con sentido de Estado, capaz de entenderse con el PP para defender el interés nacional y apuntalar unos cuantos pilares básicos. Con Sánchez eso es imposible. “No sigue siendo no”. Está dispuesto a coaligarse con Podemos, lo que significarían la quiebra económica a medio plazo y también una creciente represión de nuestras libertades. Sánchez será también capaz de ejercer el más felón entreguismo con los separatistas catalanes, lo que solo les dará más alas y les facilitará su meta: romper España.

En Génova algunos habrán sacado el champán: no hay peor candidato para el PSOE en unas generales que Sánchez. Susana habría llegado a espacios más amplios del electorado, sería una rival más difícil para Rajoy. Es cierto. Pero ese champán genovés puede ser muy amargo. Sánchez, un hombre vengativo, complicado y testarudo, se impondrá como primera tarea desalojar a Rajoy del poder. Lo odia de un modo casi patológico e intentará boicotear por completo su labor de gobierno.

Es cierto que Rajoy tiene una espalda de acero inoxidable, aguanta lo que le echen. También es verdad que cuenta con las ventajas de que ya ha aprobado los presupuestos y dispone del botón nuclear de unas elecciones. Un PSOE belicoso probablemente lo obligará a convocar esos comicios. Y aquí llega la parte políticamente más interesante de esta historia. Es casi seguro que Rajoy volvería a vencer a Sánchez en las urnas, esgrimiendo la amenaza de la coalición del caos de Pedro & Pablo. Pero no está claro que lo derrotase con votos suficientes para poder gobernar. Y tras la gran victoria de ayer de Sánchez entre la militancia, los barones socialistas ya no podrán embridar a Pedro para que no gobierne coaligado con comunistas y separatistas, algo que sería trágico para España.

Si el PP es sincero consigo mismo, llegará a una conclusión que va a levantar mucho debate interno: solo con otro candidato puede lograr desnivelar, romper el techo de cristal de Rajoy –un político competente, pero que tiene un límite en las urnas- y dar a España la tranquilidad que necesita para convertirse en el gran país que está a un paso de ser (si no se va al garete dando el otro paso posible, el de Sánchez y Podemos).

El descabellado regreso de Sánchez debería llevar al PP a ir pensando en que necesita encontrar su Macron.

(PD: en el final de su campaña, un Sánchez beatífico prometió que si ganaba fomentaría la unidad con los derrotados. Dejo de escribir, que me está dando un ataque de carcajada… La purga va a ser épica. No va a quedar en Ferraz ni el motorista que le llevaba las pizzas a Javier Fernández).

Retorno a «no es no»

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