Editorial
El Reino Unido, en la diana yihadista
Europa sigue actuando con mala conciencia cuando reacciona contra el terrorismo con leyes más duras, como si traicionara sus esencias. La primera victoria contra el yihadismo llegará cuando este prejuicio desaparezca
LONDRES volvió a ser el escenario de un atentado que tiene todas las señas de identidad del terrorismo yihadista, aunque ninguna organización terrorista ha reclamado para sí la autoría de los siete asesinatos cometidos en el Puente de Londres y en Borough Market. Los autores combinaron los métodos asesinos que Daesh difunde en sus provocaciones: atropellos con vehículos y asesinatos con armas blancas. De esta forma, los terroristas dificultan la prevención del atentado, al no usar armas de fuego ni explosivos que dejan rastro; también se aseguran la ejecución del crimen en el momento y en el lugar que consideren oportunos. Esta extrema facilidad para asesinar se simplifica más con la predisposición de los asesinos a morir en el intento. Los tres autores del atentado del sábado en Londres cayeron abatidos por la Policía inglesa.
La reacción de la primera ministra, Theresa May, puso el acento en uno de los principales problemas en la prevención del terrorismo. May se lamentó de la excesiva tolerancia de su país con el islamismo extremista, lo cual no es una exageración electoralista, sino la descripción de una las consecuencias evidentes del multiculturalismo que ha dominado la relación de las instituciones británicas con los colectivos inmigrantes, especialmente el musulmán. Que May tenga razón en su autocrítica no justificaría una criminalización generalizada de las comunidades musulmanas, sería injusta e ineficaz. Mejor será asumir que las sociedades democráticas están amenazadas de muerte por un enemigo que habita en ellas, que pasa desapercibido hasta que se activa su odio asesino y que solo persigue la destrucción de las libertades democráticas.
Los Estados europeos siguen actuando con mala conciencia cada vez que reaccionan contra el terrorismo con leyes más duras y restrictivas, como si las democracias traicionaran sus esencias con estas normas. La primera victoria contra el terrorismo yihadista llegará cuando este prejuicio timorato desaparezca de los gobiernos y de las opiniones públicas. El terror yihadista no viene de fuera. Está en el corazón de las ciudades europeas y sólo espera el momento oportuno para atacar. Descubrir al terrorista yihadista cuando su vida diaria no induce a sospecha es el gran desafío de los servicios de inteligencia. Es ahí donde se sitúa el punto de inflexión en la lucha contra el terror, pero para alcanzarlo –con información y colaboración ciudadana– habrá que cambiar los paradigmas del equilibrio entre seguridad y garantías legales. El Código Penal español, después del pacto antiyihadista, es un ejemplo de respuesta al terrorismo en todas sus fases, incluidas las preliminares al atentado. Es un terrorismo excepcional que exige respuestas inéditas.