Editorial ABC

Rehenes de las huelgas sindicales

Los sindicatos ya han convertido en una triste tradición la convocatoria de huelgas en el sector del transporte durante las jornadas de mayor tránsito de viajeros, como son las operaciones salida y retorno de las vacaciones

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Los sindicatos ya han convertido en una triste tradición la convocatoria de huelgas en el sector del transporte durante las jornadas de mayor tránsito de viajeros, como son las operaciones salida y retorno de las vacaciones, para exigir el cumplimiento de sus reivindicaciones. Y este verano, por desgracia, no está siendo diferente. Trenes y aeropuertos sufren una nueva oleada de huelgas este fin de semana, cuando millones de españoles y turistas extranjeros regresan a sus casas tras el fin del período estival. A los paros que ha convocado el personal de tierra de Iberia en los aeropuertos de Barajas y El Prat se suma la huelga de los tripulantes de cabina de Ryanair. Pero al conflicto de ambas aerolíneas se añade, además, el que protagonizan los sindicatos de Renfe, que ayer se cobró la cancelación de 222 trenes de los 601 previstos.

Una cosa es que los trabajadores ejerzan su derecho a la huelga para lograr mejoras laborales, lo cual es muy legítimo, y otra muy distinta que sus representantes sindicales tomen como rehenes a los ciudadanos, que nada tienen que ver en esta particular pugna, para alcanzar sus objetivos. Las huelgas no se pueden convertir en meras herramientas de chantaje para que unos pocos se beneficien del perjuicio causado al mayor número de personas posible. Las autoridades tienen la obligación de hacer cumplir los servicios mínimos estipulados, al tiempo que los sindicatos debieran buscar reivindicaciones alternativas, aunque de similar eficacia, para defender sus peticiones sin dañar derechos que son esenciales, como es el caso de la libre circulación. Asimismo, ya es hora de que los partidos políticos desarrollen la ley de huelga, tarea pendiente desde 1977, con la única modificación que hizo el Tribunal Constitucional en 1981, para que los derechos de unos no dañen a los de otros.

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