José María Carrascal

¿De quién es el PSOE?

Los partidos políticos ya no son asociaciones de individuos unidos por la misma ideología

José María Carrascal

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¿A quién pertenece un partido? ¿A su máximo líder? ¿A su órgano dirigente? ¿A sus militantes? Democráticamente, diría que pertenece a estos últimos. Pero como no se les puede convocar para que se pronuncien sobre todo tipo de asuntos, lo más sensato es que la presidencia o secretaría general se encargue del día a día, el organismo rector, de las cuestiones importantes y la militancia de las que significan una nueva etapa en la historia del partido. ¿Es la abstención en la investidura de Rajoy una de ellas? Hay argumentos para sostenerlo y rechazarlo, pero si el Comité Federal pudo decidir que no se facilitaría un gobierno del PP, puede también decidir que se facilite, y es lo que ha hecho, decantándose por 139 votos contra 96 por facilitarlo, que se traducirá en un rechazo masivo a Rajoy en la primera votación de investidura y una abstención en la segunda. Solución salomónica que no oculta el dejarle gobernar. Queda en el aire si los críticos obedecerán o seguirán en el no, y qué medidas, si alguna, se tomarán contra ellos. Hay la esperanza de convencerles con argumentos como «abstenerse no es apoyar» y «otras elecciones es la peor salida para nosotros y para el país», sin efecto hasta ahora.

Hay, sin embargo, otro argumento que avala lo decidido. Los partidos políticos ya no son aquellas asociaciones de individuos unidos por la misma ideología e idénticas actitudes, pertenecientes a una clase social determinada (el PSOE, sin ir más lejos, se autodefinió «obrero»). Hoy son conglomerados interclasistas, con un ala derecha, otra izquierda y un centro, que conviven y se alternan en el liderazgo según las circunstancias que atraviesa el país, por lo que atraen a esos electores sofisticados que votan no con el corazón, sino con la cabeza. Lo que quiere decir que tales «partidos de masas» pertenecen más que a sus militantes a sus votantes, que deberían incluirse en una consulta sobre la investidura de Rajoy, cosa imposible, lo que deja a los órganos rectores la decisión. La «menos mala» la ha definido el presidente de la gestora. Pero en este mundo no existe lo perfecto y debemos contentarnos con lo que hay.

El PSOE se enfrenta ahora a la formidable tarea de demostrar que permitir la investidura de Rajoy no significa aceptar el programa del PP, sino ejercer una clara oposición, sin caer en el «no es no» que le condujo a la situación actual, y al bloqueo de las instituciones. Un dificilísimo equilibrio que requerirá mano de hierro y guante de seda por parte de todos, algo no frecuente en la política española. Pero todos saben también que cualquier intento de imponer un criterio particular acabará en fracaso colectivo, en especial de quien lo pretenda. Hay intereses por encima de los partidistas. Lo más positivo que he visto al respecto está en el comunicado del presidente de la gestora sobre lo decidido por el Comité Federal: «El PSOE ejercerá una oposición tan firme como constructiva». Aunque habrá que ver qué entienden por constructiva.

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