¿A quién le importa la fuga de cerebros?
Nos encanta gastar dinero en formar licenciados para que otros países hagan caja con ellos
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Guillermo Domínguez, doctor cum laude en Física, 35 años. Emigró a Holanda en 2014 tras recibir una oferta de trabajo el día después de defender su tesis doctoral. Su idea inicial era regresar a España cinco años después, con la maleta cargada de ideas, enfoques ... nuevos y otra cultura de trabajo. Hoy, llegado el momento, ni se lo plantea. Allí se beneficia de una reducción de impuestos del 30 por ciento por un programa estatal de captación de talento y cobra un 140 por ciento más que en su último sueldo antes de partir, bonus anual aparte. Con casa propia, dos hijas e intención de un tercer vástago disfruta de una vida difícil de ver en España a esa edad. Su mujer, una española de 33 años también física, ya suma dos ascensos. El último después de regresar de su segunda baja por maternidad.
Ésta, que parece una historia personal, es en realidad el relato de un fracaso económico que se replica miles de veces cada año desde hace demasiado tiempo. Da la sensación de que a nuestros políticos les encanta gastar dinero en formar a trabajadores cualificados para que otras naciones hagan caja con ellos. El país que acoge a nuestros cerebros fugados se enriquece con sus impuestos y las empresas que les emplean sacan provecho de su labor. Pero a España solo le queda la cara factura de formarles, sin obtener ni un céntimo de retorno. ¿De qué magnitud hablamos? Según el informe de la OCDE «Education at a Glance 2018», nuestro país invierte de media en cada estudiante superior 12.605 dólares al año, durante un mínimo de cuatro años. ¿Y cuántos cerebros se nos escapan cada año? Aunque parezca increíble es una incógnita. Ningún Gobierno se ha preocupado por poner cifras oficiales a esta incómoda realidad. El ministerio de Ciencia afirma que es un fenómeno imposible de calcular. Sin embargo, con muchos menos medios, México logró hacer una estimación de sus cerebros fugados en 2011, Venezuela publicó un estudio completo en 2015 y un simple think tank, CEPS, calculó esta primavera que nuestro país perdió 87.000 titulados superiores en la última década hacia países europeos.
El único organismo oficial que parece haberse preocupado por este problema es el prestigioso servicio de estudios del Banco de España. En un documento de Trabajo elaborado por iniciativa propia en 2015 y en inglés, «Spain: from immigration to emigration?», advirtió del «problema» que supone la pérdida de cerebros y la «amenaza» que supone para nuestra economía. Pero fue un estudio puntual y no tuvo continuidad. Así que tomando los datos de CEPS, España perdió más de 4.300 millones de dólares en los últimos diez años cualificando a trabajadores para empleos que no existen en nuestro país. Y nos lo permitimos siendo uno de los once países con menor gasto público en educación superior frente a PIB de la OCDE.
No caminaremos hacia una verdadera sociedad del conocimiento mientras a otras naciones les interese captar a cerebros españoles y a nuestros dirigentes ni siquiera les preocupe saber cuántos perdemos cada año. Es imperioso ajustar los recursos educativos a la demanda del mercado. Menos alumnos, pero mejor formados, y más incentivos a la investigación para empezar a recuperar el talento fugado. El próximo 16 de septiembre Pedro Sánchez asistirá a la presentación del informe 2018 de la Fundación Conocimiento y Desarrollo que preside Ana Botín. Allí probablemente escuchará que la sobrecualificación es una de las causas de la fuga de cerebros en España. ¿Creen que propondrá alguna solución interesante?
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