Editorial ABC

Quien eligió socios fue Sánchez

Su primera prueba de fuego será, tras el verano, la reacción de los separatistas a las sentencias del «procés» si suponen condenas para los golpistas

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El último globo sonda del PSOE, presentarse a una investidura sin los apoyos suficientes «para no decepcionar a los españoles ni al Rey», no es más que un nuevo fingimiento con el que el sanchismo trata de ponerse por encima de la realidad. Se une este mensaje a la estrategia de la izquierda, y de voces fundacionales del proyecto de Ciudadanos, de presionar a Rivera para que facilite la investidura de Sánchez, haciéndole responsable de que este se eche de nuevo en brazos de separatistas, proetarras y populistas. Olvidan unos y otros que fue el líder socialista quien hace un año eligió a esos costaleros para que lo llevasen a La Moncloa con el único fin de desalojar del Gobierno a Rajoy, al parecer la única manera que encontró Sánchez de quitárselo de encima pues el entonces presidente del PP le había ganado siempre en las urnas. Quien ha colocado a España en este complicado trance político ha sido el propio Sánchez, que ahora se ve abocado a volver a echar mano de aquellas alianzas, donde el único apoyo activo de su futuro Ejecutivo sería Podemos, un partido en clara recesión y sometido a un trajín de fugas y purgas internas que lo han colocado en trayectoria crepuscular.

Por el momento, Iglesias parece satisfecho con su papel de «cooperante» del nuevo Gobierno, siempre que él sea agraciado con un ministerio. Y luego, a sentarse a esperar que los separatistas de ERC se avengan a abstenerse en segunda votación para que en el Congreso haya más síes que noes a Sánchez. En cualquier caso y aunque salve la investidura, la tozuda aritmética le volverá a recordar en cada votación su dependencia de tan incómodos socios, lo que complicará extraordinariamente toda la legislatura. Con esos mimbres y esas debilidades es imposible hacer un proyecto serio de Gobierno. Si consigue la reelección, su primera prueba de fuego será, tras el verano, la reacción de los separatistas a las sentencias del «procés» si suponen condenas para los golpistas. Todas estas dificultades vuelven a poner de manifiesto lo anémico de la victoria del 26-A y lo prematuro de la euforia socialista en esa noche electoral, en la que los militantes gritaban ante el balconcillo montado en la sede de Ferraz «¡Con Rivera no, con Rivera no!». ¿Y ahora, entonces, qué?

En realidad, las voces que hoy reprochan al líder de Cs que no facilite una nueva gobernación de Sánchez quizá pretendan, ya puestos, desarticular el bloque de centro-derecha que, con sus dificultades, ha salido consolidado de las urnas municipales y autonómicas y que puede erigirse en contrapoder al sanchismo, que fue el primero en elegir compañeros de viaje. Las cosas están como están y tienen solo un responsable: quien decidió estrenar colchón en La Moncloa sin detenerse a pensar en el mal sueño que le procurarían semejantes socios.

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