Luis Ventoso

Mi querido Sánchez

Con afecto, le doy una humilde opinión sobre sus toñas

Luis Ventoso

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AUNQUE mi opinión es de limitada valía, oso escribirle, señor Sánchez, movido por la admiración hacia su figura política. Creo que lo adornan cualidades notables, que procedo a enumerar: es joven, pues tiene 44 años (es decir, en solo seis le caerán los 50 tacos); es alto y aseguran que guapo, chapurrea con soltura en inglés y sabe jugar al baloncesto. ¡Ahí es nada! Podría enumerar muchísimas más virtudes. Aunque me estrujo las meninges y no recuerdo ninguna. Su programa económico se queda en cepillarse la reforma laboral y subir los impuestos. Su solución para el desafío sedicioso catalán es un mejunje inextricable, el «federalismo asimétrico», que no entiende ni una pensadora tan eminente como Susana Díaz. Sus dos aportaciones intelectuales son: «Váyase, señor Rajoy» y «No es no». Pero yo lo admiro, porque es joven, de buen porte y sabe inglés.

Comprendo que a Bego le molaba ser primera dama. Y usted, concejal en Madrid hace solo tres telediarios, flipaba ante la posibilidad de ocupar La Moncloa con solo 90 escaños y el peor resultado de su partido. En cualquier democracia al uso dimiten con más votos (mire a Cameron). Pero usted se atornilló a la poltrona con faz de acero inoxidable; porque ser diputado de los de apretar al botón es un muermo tras rozar la gloria; y salir a la calle a buscar curro como cualquier español… ay, eso ya ni le cuento. Las ridículas maniobras durante meses para intentar ser presidente saturaron al público. Hasta hubo lances de vergüenza ajena, como cuando viajó a Bruselas a pedirle una ayudita a Tsipras, a ver si convencía a Pablito; o aquel solemne «Acuerdo de Gobierno» (sin votos) con Bisagras Rivera.

Su indigencia programática, su talante sobrado y el circo de querer ser presidente con 90 escaños se han traducido ahora en una segunda toña, más jevy que la anterior. Si antes estaba a 33 diputados del PP, ahora está a 52. Además ha vuelto a conseguirlo: ha batido su récord personal y ha logrado empeorar la mayor debacle del PSOE.

Querido Sánchez, usted se preguntará por qué se pega semejantes costalazos. Vislumbro alguna pista. La sucursal de su partido en Cataluña, por ahora una comunidad autónoma española, como Andalucía, Galicia o Valencia, acaba de exigir una reforma constitucional, que deberá reconocer que Cataluña es «una nación», sus «derechos históricos» y «la singularidad de su autogobierno». Es decir, pretenden consagrar algo tan regresivo —y antisocialista— como que los vecinos de un territorio son superiores a los demás por cuna. Ah, y si el resto de los españoles no aceptamos el agravio, entonces referéndum de independencia y al carajo, añade su PSC.

Querido Sánchez, la pusilanimidad de su partido a la hora de defender a su país da repelús a la mayoría de los españoles, por eso no le votan. Ni siquiera le funciona en Cataluña, donde el filonacionalista PSC ha caído en picado desde que inició la línea entreguista.

Sea honesto, no haga más el pingo poniendo trabas a la gobernabilidad del país por capricho de su ombligo y acepte lo que cualquier demócrata habría hecho hace meses: déjelo, dé paso a alguien más competente que pueda reflotar al PSOE.

Un abrazo afectuoso y gracias.

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