Editorial ABC

Puigdemont ridiculiza a Cataluña

Demostró ser absolutamente inconsciente y vivir en una realidad virtual, y lejos de su propósito, nadie le percibe como una víctima de nada, sino como un falso mártir al albur de su propio delirio

Carles Puigdemont, durante su comparecencia en Bruselas el pasado martes Reuters

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RESULTA casi una alegoría tétrica propia de estos días, pero tras escuchar ayer a Puigdemont desde Bruselas, es evidente que el proceso separatista de Cataluña ha muerto . Ayer reapareció para erigirse en falso mártir de un proceso fallido del que su propio partido ha empezado a pasar página. Y todo ello, al mismo tiempo que el TC suspendía la declaración unilateral de independencia, y que el Supremo admitía a trámite la querella de la Fiscalía contra la Mesa del Parlament que pisoteó la legalidad, y solo unas horas antes de que la Audiencia Nacional le procesara a él (junto a sus consejeros) por rebelión o sedición, y malversación. El acta de defunción del proceso ya es irreversible, y sus responsables asisten resignados al desmoronamiento de una afrenta que el secesionismo había sobrevalorado frente a la potencia real del Estado y de la legalidad. La imagen de Puigdemont en Bruselas, con tono de perdonavidas y defendiendo el 21-D, fue estrafalaria. Demostró ser un inconsciente y vivir en una realidad virtual, y lejos de su propósito, nadie le percibe como una víctima de nada. Los datos objetivos son los siguientes: el 21 de diciembre habrá elecciones en Cataluña, y el PDECat se presentará. De momento, Santi Vila se está postulando, mientras en ERC ya se han desmarcado cínicamente del presidente destituido a la espera de salvar sus muebles de la mano de otro irresponsable, Pablo Iglesias, en una aventura en la que nunca debería participar el PSC tras las urnas. ¿Ni siquiera es capaz de darse cuenta de que el PDECat ya ha iniciado un proceso de sucesión para tratar de evitar un derrumbe cantado? La delictiva indignidad de Puigdemont solo tiene una salida: el regreso inmediato a España, asumir su derrota, ponerse a disposición judicial, colaborar con la Justicia y tratar de que su futuro penal sea lo menos lesivo posible para él y su familia. Necesariamente Puigdemont va a respetar el resultado de las elecciones. Pero no porque él lo diga ahora tras una vulneración de la legalidad, sino por tres razones objetivas: su partido le ha desautorizado; son las únicas elecciones legales posibles, y la democracia real, no la construida por él a base de agitación, funciona así. El 21-D no será un plebiscito, ni Puigdemont podrá usarlo para legitimar su referéndum ilegal. Su camino está cegado. Ya ha ridiculizado bastante a Cataluña.

Puigdemont ridiculiza a Cataluña

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