Editorial ABC
El PSOE, un independentista más
Solo el tacticismo oportunista de La Moncloa explica que Illa abandone Sanidad en plena tercera ola de la pandemia para intentar pactar un tripartito con ERC y Podemos en Cataluña
La decisión de Pedro Sánchez de relevar a Miquel Iceta como candidato socialista en las elecciones catalanas por el ministro de Sanidad, Salvador Illa, demuestra que el oportunismo es su única prioridad. De lo contrario, resulta incomprensible que en plena tercera ola de la pandemia Sánchez prescinda de Illa al frente del que se ha convertido en el ministerio más expuesto y relevante del gabinete. O bien Illa ha quedado chamuscado con una gestión muy deficiente contra la pandemia y Sánchez mentía cada vez que le ha felicitado públicamente, o bien el presidente da más relevancia a unos comicios autonómicos que a una enfermedad que ha causado ya unos 78.000 muertos en España. Probablemente Sánchez, quien supedita todo al tacticismo y al rédito electoral, crea que Illa se ha convertido en un ministro altamente acreditado que ha lidiado con éxito una tragedia inédita, y que con él como cabeza de cartel electoral el PSC mejorará en las urnas. Sin embargo, y si Illa era realmente ese baluarte que Sánchez siempre ha presentado como insustituible contra el virus, carece de lógica. El ventajismo -esperar hasta poder presentar a Illa como un salvífico mago de las vacunas- es un elemento legítimo en el juego político, pero resulta dudoso que pueda rentabilizar con un éxito electoral lo que solo ha sido un fracaso sanitario.
La apuesta no deja de ser arriesgada para el socialismo catalán. Illa ha adquirido mucha notoriedad y no necesita darse a conocer. Pero Sánchez corre el riesgo de provocar un doble terremoto: primero, porque apunta a una remodelación de Gobierno múltiple que probablemente sea más amplia que el mero relevo de Illa y la probable incorporación de Iceta; y segundo, porque relega a Iceta en el partido y pueden producirse movimientos telúricos que desestabilicen al socialismo catalán si con esta maniobra Sánchez no consigue los escaños necesarios para sumar junto a ERC y Podemos un tripartito de gobierno.
Todo apunta a una estrategia diseñada por Sánchez para imponer una rehabilitación pública del independentismo. Cuando más fracturado estaba el separatismo, cuando el PDECat ha sido dinamitado por Carles Puigdemont, cuando los líderes de ERC continúan en prisión, y cuando el constitucionalismo se había impuesto por la fuerza del derecho, Sánchez se ha propuesto que la democracia pierda otra oportunidad más para preservar la legalidad. Resucita a un separatismo moribundo en beneficio propio, y lo hace con ese doble discurso trufado de mentiras y medias verdades que tantos éxitos le ha proporcionado. El mismo Sánchez que ahora insinúa indultos inminentes y que alimenta el soberanismo desde La Moncloa fue el que apoyó el 155, el que aseguró que no habría medidas de gracia, el que dijo que el «procés» era una rebelión de libro, y el que prometió detener a Puigdemont. Hoy, en cambio, afirma sin rubor que «hay que pasar página» excarcelando a los condenados sin que importe su nulo arrepentimiento y sin que cumplan sus condenas. Y lo que es más grave aún, tratándolos como víctimas de un Estado injusto en lugar de hacerlo como delincuentes. Sánchez ya es solo un independentista más.