Juan Manuel de Prada
Su propia medicina
No sabemos si el resfriado acabará de finiquitarlo; pero la enfermedad que lo consume viene de muy atrás
La astracanada que en estos días protagonizan los sociatas ha sellado la alianza entre las marujas y los analistos políticos, que han encontrado por fin el asunto huero, chirle y hebén que los hermana. La maruja quiere alimentar su curiosidad morbosa con chismes sobre adulterios y reyertas familiares (y, si la sangre llega al río, miel sobre hojuelas); y el analisto quiere envolver los soplos que recibe de Génova o Ferraz con un rebozo de lugares comunes que disfraza poniendo cara sesudísima , como si estuviera dictando la «Crítica de la razón pura» sobre la marcha. La astracanada sociata cubre lo mismo las necesidades de la maruja y del analisto; y como la igualación por abajo es el rito central de la misa democrática, el escritor en periódicos tiene que resignarse a escribir sobre este asunto huero, chirle y hebén.
Que no es otra cosa, al fin, sino una cutre y descarnada lucha por el poder, o por sus migajas, como ocurre siempre en las mafias agónicas. A los rebeldes confabulados contra el guapito de cara nada los une, sino el afán de pillar cacho; y al guapito de cara nada lo sostiene, sino el afán de aferrarse al cacho cada vez más exiguo que lo mantiene a flote. Unos y otros, sin embargo, necesitan adornar esta reyerta de corrala con plumas muy vistosas, para prender la atención de marujas y analistos; pero todo es cháchara y farfolla. El guapito de cara quiere convencernos de que abstenerse en una investidura de Rajoy significaría la defunción del partido socialista, que sin embargo sobrevivió tan campante a la colaboración con la dictadura de Primo de Rivera. Aquella colaboración, por cierto, sirvió de excusa para que los socialistas de entonces se enzarzaran en otra trifulca , cuyas banderías encabezaban Largo Caballero, que entonces era el colaboracionista, e Indalecio Prieto, que lo acusaba de traidor. Pocos años después Prieto y Largo se cambiarían las camisetas (sudadas) , de tal modo que Largo pudiera echarse al monte de la revolución, mientras Prieto acampaba en el valle de las instituciones burguesas y se zampaba unos villagodios tremendos (mientras sus escoltas le daban al gatillo). Ahora, en lugar de Prieto y Largo, tenemos al guapito de cara y a la sultana de Despeñaperros, porque cada época tiene que conformarse con los tipos humanos propios de su clima espiritual; y un clima espiritual de marujas y analistos sólo podía dar a estos dos especímenes. Pero, más allá de la diversidad de tipos humanos, subsiste en ellos el ansia de poder, que es lo que siempre ha distinguido a los socialistas; y lo que les ha permitido defender una cosa y la contraria, según la coyuntura.
La astracanada que protagonizan en estos días no es, a la postre, sino el resfriado que pilla el enfermo terminal de cáncer, porque las sesiones de quimioterapia lo han dejado sin defensas. No sabemos si el resfriado acabará de finiquitarlo; pero la enfermedad que lo consume viene de muy atrás, y no es otra sino la traición a sus votantes y la sumisión lacayuna a los poderes plutocráticos y mundialistas: desde el ingreso en la OTAN a la reforma del artículo 135 de la Constitución, pasando por la «reconversión» industrial y el desmantelamiento de nuestra agricultura . Todas estas traiciones sociatas fueron contenidas por la conveniencia, mientras el trampantojo del estadito del bienestar (con su hisopo de subvenciones) se mantuvo en pie; pero, derruido el trampantojo, las traiciones quedan al descubierto, más sangrantes que nunca. Esta astracanada sólo nos muestra los estertores de quien agoniza «por do más pecado había»; pues la justicia poética exigía, en efecto, que quienes tanto han contribuido a sembrar la demogresca probaran una dosis de su propia medicina.
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