Propaganda de un desarme ridículo

Ayer no fue el final de ETA porque nunca será ETA la que lo declare. El verdadero fiscal de ETA lo decidirán el Estado y la sociedad española

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EL resultado final del «desarme» de ETA debería llenar de vergüenza a quienes llevaban semanas anunciándolo y defendiéndolo, incluso en el Parlamento vasco, como el gesto definitivo que necesitaba la paz en el País Vasco. Los etarras han entregado a sus cómplices, que actúan con el nombre artístico de «artesanos de la paz», sólo 120 armas de fuego y 3.000 kilos de explosivos, además de munición y detonadores. Cualquiera de las operaciones policiales desarrolladas por la Guardia Civil y la Gendarmería francesa en los últimos años (Dax, en 2002; Saint Michelle, en 2004; Carlepont, 2016) tuvo mejores cifras. La ignominia de los actos desarrollados en la localidad francesa de Bayona se resume en la indiferencia moral de los supuestos verificadores, quienes demostraron no haber verificado nada, porque no sabían si había o no más armamento por entregar o si las armas entregadas habían sido utilizadas en atentados. Esta era la información relevante y es la única que estos palmeros de ETA no son capaces de ofrecer a la opinión pública.

ETA ha reservado este arsenal sólo para utilizarlo con fines de propaganda antes de que le fuera arrebatado, lo que habría sucedido más pronto que tarde. Ayer no fue el final de ETA porque nunca será ETA la que de lo declare. ETA es una organización criminal, creada para asesinar, secuestrar y destruir. Se ha dedicado toda su vida a sembrar el terror con la connivencia de una gran parte de la sociedad vasca. Más de 800 muertos y miles de heridos cierran un balance que no se zanja con la parodia de Bayona. No. El fin de ETA se escribe en cada condena impuesta a los terroristas, en cada arsenal desmantelado por la Policía, en cada acto en recuerdo de sus víctimas. Pero ese final se diluye cuando los socialistas se retratan sonrientes con Arnaldo Otegui y normalizan la presencia de un terrorista como uno más de los políticos vascos. Ese final se enturbia si desde las instituciones del Estado no se promueve activamente un relato histórico –y hay muchas formas de hacerlo– que se imponga al que pretende hacer de ETA un grupo de jóvenes románticos que fueron empujados a la violencia. Que ETA se encuentre derrotada policialmente no significa que esté todo hecho. Cuando los nazis fueron derrotados, el nazismo tuvo su Nüremberg y Alemania fue desnazificada.

El Gobierno de Mariano Rajoy ha asegurado que no habrá premio a ETA por entregar armas y explosivos. Es un compromiso que no admite excepciones ni retractaciones. Los pactos políticos con el PNV para estabilizar la legislatura no merecerían variar la política de dispersión penitenciaria, ni las exigencias de disolución, petición de perdón y puesta a disposición judicial de los terroristas huidos. El verdadero final de ETA lo decidirán el Estado y la sociedad española.

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