«Prefiero prensa sin Gobierno que Gobierno sin prensa»

Va a resultar que el Gobierno del presidente Sánchez quiere recortar la libertad de expresión para que la sociedad recupere la confianza en los medios. Y encima tendremos que darle las gracias

Carmen Calvo, vicepresidenta del Gobierno, en el Congreso de los Diputados Maya Balanya
Ramón Pérez-Maura

Esta funcionalidad es sólo para registrados

La cita que sirve de titular a estas líneas corresponde a Thomas Jefferson, tercer presidente de los Estados Unidos, titular del cargo entre 1801 y 1809. La frase «Yo prefiero tener Prensa sin Gobierno que Gobierno sin Prensa» formaba parte del pensamiento de un político abierto a la discrepancia, a las opiniones adversas y a las críticas. Sus frases lapidarias sobre la materia son múltiples. Baste otro ejemplo: «La Prensa es el mejor instrumento para instruir la mente del hombre, y para mejorarle como ser racional, moral y social». Es evidente que Jefferson, que era un progresista en su tiempo, sería hoy considerado un carca por la vicepresidenta del Gobierno español. Carmen Calvo ha descubierto a estas alturas la conveniencia de limitar la libertad de expresión, que es el término que equivale hoy a lo que Jefferson llamaba «Prensa».

A Calvo se le ha ocurrido buscar como justificación para esa censura el riesgo de «violabilidad [vaya palabro] del modelo educativo», que para ella «es un bien superior a proteger, un valor muy por encima de nuestras individualidades. De todas: del negocio, de la profesión, albergados en un derecho sin el cual la democracia no funciona». Y para Carmen Calvo, el valor de la libertad de expresión «no lo resiste todo, no lo acoge todo». Lo mejor es el razonamiento (perdón por la exageración) que hizo Calvo en el seminario de la Asociación de Periodistas Europeos en el que tuvo la genial idea de presentar esta propuesta para la censura. Según ella «hay un divorcio» entre la profesión periodística y la ciudadanía, lo que se traduce en una crisis de confianza hacia los medios. Según la vicepresidenta, la mayoría de los ciudadanos ya no creería en lo que lee, lo que habría llevado a que «una sociedad entera se haya divorciado» de «toda una profesión». O sea, que va a resultar que el Gobierno del presidente Sánchez quiere recortar la libertad de expresión para que la sociedad recupere la confianza en los medios. Y encima tendremos que darle las gracias. Vaya forma de resolver este divorcio. Con iniciativas así cualquier día nos encontramos a Calvo explicando, con toda seriedad, que como el porcentaje de divorcios crece lustro a lustro, va a ser necesario suprimir el matrimonio porque hay demasiados fracasos. Al tiempo.

Yo puedo asegurar a la ministra Calvo que sé bien lo que es sufrir una campaña con falsedades e inexactitudes. Un día tras otro y con afán de hacer daño a cambio de conseguir mayor audiencia. Pero ni para eso es solución limitar la libertad de expresión. Hay vías legales para defenderse. Cada uno las pone en marcha cuando considera oportuno. Y si no, se guarda silencio. Cuando ABC publicó el pasado 13 de septiembre el plagio de la tesis con la que Pedro Sánchez logró el grado de doctor, el presidente del Gobierno se abalanzó en los albores del día a anunciar sus acciones legales contra este periódico. Aquí seguimos esperando con toda tranquilidad. Y a estas alturas, lo que parece claro es que la maraña de mentiras que este Gobierno emplea como moneda corriente de uso político le permite tan sólo ir sobreviviendo con dificultad mientras el presidente bate todas las plusmarcas viajeras por el mundo entero, cual holandés errante que no puede volver a su casa. Hay veces en que se vive mucho mejor ignorando la realidad. Pero impedir que la conozcan los demás es propio de las tiranías. Y en este Gobierno se empiezan a multiplicar los síntomas de deriva totalitaria.

La cita que sirve de titular a estas líneas corresponde a Thomas Jefferson, tercer presidente de los Estados Unidos, titular del cargo entre 1801 y 1809. La frase «Yo prefiero tener Prensa sin Gobierno que Gobierno sin Prensa» formaba parte del pensamiento de un político abierto a la discrepancia, a las opiniones adversas y a las críticas. Sus frases lapidarias sobre la materia son múltiples. Baste otro ejemplo: «La Prensa es el mejor instrumento para instruir la mente del hombre, y para mejorarle como ser racional, moral y social». Es evidente que Jefferson, que era un progresista en su tiempo, sería hoy considerado un carca por la vicepresidenta del Gobierno español. Carmen Calvo ha descubierto a estas alturas la conveniencia de limitar la libertad de expresión, que es el término que equivale hoy a lo que Jefferson llamaba «Prensa».

A Calvo se le ha ocurrido buscar como justificación para esa censura el riesgo de «violabilidad [vaya palabro] del modelo educativo», que para ella «es un bien superior a proteger, un valor muy por encima de nuestras individualidades. De todas: del negocio, de la profesión, albergados en un derecho sin el cual la democracia no funciona». Y para Carmen Calvo, el valor de la libertad de expresión «no lo resiste todo, no lo acoge todo». Lo mejor es el razonamiento (perdón por la exageración) que hizo Calvo en el seminario de la Asociación de Periodistas Europeos en el que tuvo la genial idea de presentar esta propuesta para la censura. Según ella «hay un divorcio» entre la profesión periodística y la ciudadanía, lo que se traduce en una crisis de confianza hacia los medios. Según la vicepresidenta, la mayoría de los ciudadanos ya no creería en lo que lee, lo que habría llevado a que «una sociedad entera se haya divorciado» de «toda una profesión». O sea, que va a resultar que el Gobierno del presidente Sánchez quiere recortar la libertad de expresión para que la sociedad recupere la confianza en los medios. Y encima tendremos que darle las gracias. Vaya forma de resolver este divorcio. Con iniciativas así cualquier día nos encontramos a Calvo explicando, con toda seriedad, que como el porcentaje de divorcios crece lustro a lustro, va a ser necesario suprimir el matrimonio porque hay demasiados fracasos. Al tiempo.

Yo puedo asegurar a la ministra Calvo que sé bien lo que es sufrir una campaña con falsedades e inexactitudes. Un día tras otro y con afán de hacer daño a cambio de conseguir mayor audiencia. Pero ni para eso es solución limitar la libertad de expresión. Hay vías legales para defenderse. Cada uno las pone en marcha cuando considera oportuno. Y si no, se guarda silencio. Cuando ABC publicó el pasado 13 de septiembre el plagio de la tesis con la que Pedro Sánchez logró el grado de doctor, el presidente del Gobierno se abalanzó en los albores del día a anunciar sus acciones legales contra este periódico. Aquí seguimos esperando con toda tranquilidad. Y a estas alturas, lo que parece claro es que la maraña de mentiras que este Gobierno emplea como moneda corriente de uso político le permite tan sólo ir sobreviviendo con dificultad mientras el presidente bate todas las plusmarcas viajeras por el mundo entero, cual holandés errante que no puede volver a su casa. Hay veces en que se vive mucho mejor ignorando la realidad. Pero impedir que la conozcan los demás es propio de las tiranías. Y en este Gobierno se empiezan a multiplicar los síntomas de deriva totalitaria.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación