Editorial ABC
El PP salva la trampa con nota
La moción de censura puede marcar un antes y un después en el liderazgo que pretende construir Casado como alternativa realista contra Sánchez, pero constata la fractura de la derecha
La moción de censura contra Pedro Sánchez concluyó ayer como estaba previsto, con el único apoyo de los diputados de Vox, que además fracasaron en su intento de acorralar al PP en una trampa de compleja salida. La sobreactuación de Vox durante todo el debate con su notorio escoramiento ideológico dejó al PP un margen de maniobra enorme que permitió a Pablo Casado exponer, sin matices y con contundencia, su desmarque de todo cuanto representa el proyecto de Vox para construir una derecha de mayoría social en España. El de Casado fue un discurso de Estado que sorprendió tanto a Santiago Abascal -«estoy perplejo», llegó a decir-, como a Pedro Sánchez, que pese a todo no ha sido precisamente el más reforzado de esta moción. Casado sostuvo que el PP ni es como Vox ni quiere serlo. Censuró el discurso del «miedo, la ira y la revancha» por no ser elementos constructivos para la derecha del futuro, y reivindicó para el PP la moderación, el sentido de la responsabilidad institucional y el vigor constitucionalista que debe seguir manteniendo como principal partido de la oposición.
Casado cegó los excesos de Vox y anuló definitivamente a Ciudadanos como exponente de un centro liberal en absoluto declive. Muchos aspectos del discurso de Casado recordaron al que pronunció José María Aznar en 1989, cuando afrontó la refundación de la derecha tras la salida de Manuel Fraga. El intento de Pablo Iglesias por retrotraer el debate en beneficio del Gobierno fue fallido. Nunca fue una moción contra Casado por más que así se presentase durante semanas, y el líder del PP consiguió zafarse con éxito de la pinza que le convertía en rehén de Sánchez y Abascal. Incluso se reforzó ayer ante los barones críticos del PP. Por eso, su «no» a la moción no puede ser interpretable como un apoyo a la continuidad de Sánchez, el peor presidente de la democracia, sino como un aldabonazo en la reordenación del mapa ideológico de la derecha a partir de ahora.
Lo ocurrido puede marcar un antes y un después en el liderazgo que pretende construir Casado como alternativa contra Sánchez, le afianza como referente de una derecha pragmática y alejada del populismo, y pone a Vox ante la tesitura de trastocar su estrategia porque dudosamente se atreverá a romper los gobiernos autonómicos del PP. Vox tendrá ahora mucho que aclarar internamente. Habrá quien argumente, y con lógica, que el PP debió abstenerse o votar junto a Vox porque la prioridad es frenar de modo combativo la deriva de la izquierda contra nuestro sistema institucional. El discurso de Abascal lo impidió, y solo habría provocado un movimiento reactivo de autodefensa de la izquierda para fortalecer más a Sánchez. En cualquier caso, seguirá siendo un drama para la derecha sociológica que a partir de ahora PP y Vox no se afanen en encontrar puntos de encuentro.