El PP post-Rajoy

Entramos en una nueva etapa, aunque algunos crean que vuelve la del diálogo, entendimiento, consenso, de lo que se habla de nuevo

José María Carrascal

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Poco ha durado el brillo del «gobierno de las estrellas». En su primer consejo de ministros ha decidido levantar el control de los gastos de la Generalitat, algo incluido en el cese de vigencia del 155, pero que la Hacienda Pública podía retener. Y eso después de anunciar Torra que no abandonaba su proyecto soberanista. A estas alturas deberíamos saber que los independentistas no agradecen los favores. Al revés, los toman como una muestra de debilidad, y piden más. Pedro Sánchez ha empezado a pagar, ya en su primer día de gobierno, la deuda que contrajo con los que le hicieron presidente. Si su gobierno de estrellas lo admite se confirmará lo que les dije ayer: que haber triunfado profesionalmente no es garantía de triunfar en política, porque la política se rige por otras normas. En qué acabará esto, no lo sé, pero desde luego, tiene mala pinta, pese a la fanfarria en que ha llegado envuelto.

¿Qué va a hacer el PP? Pues como se limite a criticar la forma como Sánchez llegó al poder está condenado a caer en la insignificancia, como otros partidos de centro derecha europeo. Eso es pasado. Hay que adaptarse a la nueva situación y, además, rápido. Lo más urgente es buscar nuevo líder. Sánchez les metió el segundo gol con el gabinete feminista. La mejor jugada sería doblarle la apuesta con una presidenta. Hay en el PP abundante candidatas, pero tendrán que elegir bien y evitar cualquier tipo de contaminación. En provincias, tiene mujeres acostumbradas a batirse con rivales y adversidades más dispares, pero me temo que la calma elefántica del partido y la falta de imaginación de sus líderes les impida hacer la renovación que necesitan. Pues no se trata de abdicar de sus principios básicos –unidad de España por encima de todo, economía de mercado con vertiente social, Europa al fondo-, sino de afianzarse en ellos, sin complejos ni reparos. Será otra travesía de desierto, pero sabiendo que, si aguanta y se mantiene fiel a sí mismo, sobrevivirá, e incluso puede emerger vencedor. No ya porque el mundo camina en esa dirección, sino porque la izquierda va en sentido contrario. Lo de Sánchez es un bluff, un show, como se verá cuando emerjan las discrepancias con quienes le han llevado a la Moncloa y dentro del gabinete. Pero para ello, el PP tiene que mantenerse alerta, firme, en primera línea, sin permitir que le birlen la oposición, tras haberle birlado el gobierno.

Entramos en una nueva etapa, aunque algunos crean que vuelven la del diálogo, entendimiento, consenso, de lo que se habla de nuevo. Pero el pasado no vuelve, y si vuelve, es como parodia, como la que estamos viendo. Pero el mundo ha cambiado, ¡y de qué manera! Basta mirar a la un día roqueña alianza occidental, y cómo está hoy. El que se duerma en añoranzas está perdido. Esto se hubiera arreglado si, al comenzar la crisis, PP y PSOE hubieran hecho una gran coalición, pero si entonces no fue posible, menos puede serlo ahora. ¿O será que todo el mundo ha cambiado menos nosotros?

El PP post-Rajoy

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