José María Carrascal
Aún se piensa en Europa
El rival de Le Pen en la segunda vuelta de las elecciones francesas será Macron, un centrista no del todo puro
El gran peligro era que quedasen finalistas la extrema derecha y la extrema izquierda, Le Pen y Mélenchon. Significaría la salida de Francia de la Unión Europea. Y el fin de ésta. Ese peligro ha sido conjurado. El rival de Marine Le Pen en la segunda vuelta de las elecciones francesas será Emmanuel Macron, un centrista no del todo puro, pues aunque abjura de la derecha y de la izquierda, coge de ambas lo que le interesa y repudia lo averiado, con la habilidad de un jugador profesional y la agilidad de un trapecista. Comenzó como banquero e incluso fue ministro de Economía bajo Hollande. Aunque al declinar éste, creó su propio partido, para lanzarse a la carrera presidencial con un programa híbrido que incluye recortar el gasto público y aumentar la inversión estatal, reclutar 10.000 policías y eliminar 120.000 funcionarios, rebajar el Impuesto de Sociedades y mantener la edad de jubilación en 52 años, evocar a las figuras históricas francesas y presentarse como el hombre nuevo que va a poner "¡en marcha!" –su eslogan electoral– la anquilosada Francia. Cómo va a lograr objetivos tan contradictorios no lo explica, pero el caso es que ha llegado a finalista, desbordando a los candidatos de los partidos tradicionales, el socialista, el conservador, el comunista, quedando enfrentado a una extrema derecha, nacionalista, aislacionista y xenófoba, que ha ido ensanchando su base a medida que los problemas de Francia, paro, inmigración, seguridad, crecían. El Frente Nacional de Marine Le Pen ya no es el ultraderechista de su padre, sino que atrae a los obreros comunistas que han perdido el empleo y a la clase media desencantada con una socialdemocracia sin soluciones a la crisis, convirtiéndose en finalista de la gran carrera presidencial. Pero, de momento, ha llegado a su punto más alto. Sólo si Macron fracasa, podrá continuar su marcha, ya imparable, hacia el Eliseo.
Que Macron no sea, o asegure no ser, de izquierdas ni de derechas no es el problema. El problema es que es, o intenta ser, de ambas al mismo tiempo. Lo que va a traerle todo tipo de problemas a la hora de gobernar . Pero es algo nuevo –o no tan nuevo, pues se trata de una nueva edición de la "tercera vía" de Blair, aunque la historia discurre tan de prisa que ya lo hemos olvidado– y lo importante es que Macron apuesta por Europa, confía en la economía de mercado y cree que la democracia parlamentaria sigue siendo la menos mala de todas las formas políticas. Le falta salvar el último obstáculo, y tras los sustos que nos hemos llevado, no se puede estar seguro de nada hasta tenerlo amarrado. Pero los socialistas van a apoyarle y, como ayer les decía, los compatriotas de quien dijo "pienso, luego existo", antes de dar un paso tan trascendental como dejar Europa en manos de antieuropeístas, siguen pensando. Algo que no hicieron los ingleses, los norteamericanos y algunos por estos lares. Menos mal.
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