Ignacio Ruiz Quintano

Pescado

Ahora que Azúa está en la Academia como la Stanwyck en «Bola de fuego», que el próximo «jueves académico» se celebre en Billingsgate

Ignacio Ruiz-Quintano

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Con todos los intelectuales remando contra el sexismo (?) como los galeotes de Quinto Arrio en «Ben-Hur» porque un académico mandó a despachar pescado a Lady Colau, llega la Planeta de «Mientras vivimos», murciana del Raval, y sentencia:

–Con una amiga, sobre el Académico abochornante, concluimos que, con la alergia que le tiene al pescado, nunca se habrá comido un buen c...

«Voilà!» Todo el «pescao» vendido en un tuit sin el bromuro de las ostras de Henry Miller en «Trópico de Cáncer».

A Santayana (me río yo del salto de Alvarado en la Noche Triste, comparado con los que hemos de pegar los periodistas en el folio) lo impresionó mucho la cólera, sólo por haberse caído al río desde una lancha, de John Francis Russell, hermano de su amigo Bertie, y un tipo que decía que no debía haber sido lord, sino mecánico.

–Su lenguaje demostró que su trato con los obreros no había sido desaprovechado. ¿O acaso la naturaleza le había dotado del vocabulario de Billingsgate?

¡Billingsgate! Ahora que Azúa está en la Academia como Barbara Stanwyck en «Bola de fuego», que el próximo «jueves académico» se celebre en Billingsgate, mercado de pescado londinense cuyo lenguaje pasa por ser el más soez de Inglaterra. Entre puesto y puesto, cabe la mesa de los académicos, que es ovalada, y en cuyo centro queda un espacio abierto que don Eugenio d’Ors llamaba «el bidet del idioma», por el que ha pasado la equis del «clítorix» de «La rusa» cebrianita y el Neruda más verdusco («tendido entre las hierbas yo soy el que te espera») del amor ansónido por Rita Maestre, nuestra Sissi municipal… «y espesa», por decirlo como Rubén, ya que agitó sus «corzas mellizas» en misa al canto de «El Papa no nos deja / comernos las almejas».

Se dirá que esto no da para un Siglo de Oro, pero avisados nos dejó Fray Gerundio de que, para la conversión del mundo, Dios «no se valió de catedráticos, sino de unos pobres pescadores» como Carmona, «chico Telva» en el puerto del Pireo.

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