Tiempo recobrado
Eterno retorno
Todo vuelve a ser como era. Podemos estar tranquilos

Cuando vine a estudiar a Madrid a comienzos de los 70, había un libro que todos los estudiantes de letras teníamos que leer: «El eterno retorno», del filósofo rumano Mircea Eliade. Su lectura me fascinó porque sostenía la tesis de que la historia no se ... puede entender sin un elemento sagrado primigenio que está presente en todos nuestros actos. Si mal no recuerdo, hablaba de arquetipos que se repiten en el tiempo, una tesis cercana a la de Jung.
Eliade llega a afirmar que la historia no es lineal sino cíclica, ya que todo vuelve siempre al punto de partida. Esto es lo que hemos constatado con meridiana claridad en las elecciones del domingo en Galicia y el País Vasco, donde los partidos tradicionales que se vieron amenazados por los vientos de cambio siguen en el poder con más apoyo que nunca. Los arquetipos tradicionales han resistido. Como apuntaba el pensador rumano, lo nuevo es desplazado por lo viejo, que retorna con más pujanza que nunca. A eso Lacan lo llamaba pulsión de repetición.
Lo que estos comicios han confirmado es la tendencia que ya era evidente en las elecciones generales de noviembre: que las fuerzas que emergieron como síntoma de la desafección de los españoles hacia los partidos tradicionales están no ya sólo en abierto retroceso sino también en peligro de extinción.
El fracaso de Podemos, que en Galicia ha pasado de 14 a cero escaños, corrobora que sus mejores días están lejanos y que ha entrado en un proceso de autodestrucción que le puede llevar a la irrelevancia. No hace falta insistir en sus contradicciones, que son evidentes. La primera de ellas es que está en el poder y se comporta como un partido antisistema.
Pero también Ciudadanos camina a pasos agigantados hacia una marginalidad política que era insospechable hace dos años, cuando Albert Rivera todavía encabezaba los sondeos en intención de voto. Su líder ha desaparecido, muchos barones se han marchado a sus casas y la formación sigue sin encontrar su espacio político.
En ambos casos, hay una razón de su declive en la que los analistas no suelen incidir: su renuncia a la regeneración ética y democrática por la que nacieron y muchos les votaron hace cuatro años. Tanto Podemos como Ciudadanos han dilapidado ese capital al reproducir miméticamente los vicios del PSOE y del PP. Han demostrado que su reacción frente a la corrupción y los abusos de poder es la misma que aquella que criticaron.
Vox es un caso distinto, pero también hay signos inequívocos de que ha tocado techo y de que una parte de sus votantes está volviendo al PP, al que ven como una apuesta más segura en estos tiempos de incertidumbre.
Tenía razón Eliade cuando subrayaba que para poder vivir en el mundo antes hay que erigirlo. Y estas nuevas fuerzas han sido incapaces de construir un modelo alternativo al de la izquierda, la derecha o el nacionalismo tradicional, que salen fortalecidos de la pandemia. Todo vuelve a ser como era. Podemos estar tranquilos.
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