Los dos Pawlikowski
El único requisito imprescindible para hacer cine es tener talento y no hay duda de que el director de «Cold War» lo posee a raudales
Decía Hitchcock que el cine son 400 butacas por llenar. El maestro no se equivocaba. Yo me pasaba las tardes en la Filmoteca Nacional cuando estaba al final de la calle López de Hoyos en los años 70 en una sala vacía, viendo películas japonesas o de los países del Este que no interesaban a nadie. Por cierto, en una ocasión escribí un largo dossier sobre Mizoguchi que nunca me pagaron porque no había fondos. Así que la Filmoteca Nacional tiene una deuda conmigo.
En aquella época, dudaba si el cine imitaba a la vida o la vida imitaba al cine. Todavía no existía la M-30 y cruzaba un poblado de chabolas para ir al edificio que parecía un chalé en un barrio de fábricas abandonadas. Había días que me tragaba las cuatro películas que ponían por las tardes. Mi amigo José García Vázquez era el que redactaba los programas y veía con frecuencia al escritor Benjamín Prado.
Fue allí donde me hipnotizó «Cenizas y diamantes», estrenada en 1958, una maravillosa película de Andrzej Wajda que me permitió descubrir el cine polaco. En ella aparece el actor Adam Pawlikowski, que protagoniza uno de los papeles principales. El nombre me vino a la cabeza el sábado pasado cuando fui, junto a mi mujer y mis hijas, a ver «Cold War», del realizador Pawel Pawlikowski. Tiene un cierto parecido con aquel actor del mismo apellido, por lo que supongo que podría ser su hijo. No he encontrado el dato en ninguna de las escasas reseñas biográficas que hay sobre este director en internet.
Hacía tiempo que una película no me impresionaba tanto como «Cold War», la historia de un amor imposible en la Polonia de los tiempos de Stalin, que me recordó mucho a algunos filmes de Wajda, que murió en 2016. Entre ellos, «Los últimos años del artista», cuyo rodaje acabó unos meses antes de su fallecimiento.
«Cold War» nos habla de la fragilidad y de la indestructibilidad del amor, que van unidas, de la fugacidad del tiempo, de las ocasiones perdidas y de la muerte como refugio. No sobra ni falta un solo fotograma en una película que refleja cómo sobrevivían las personas en aquel régimen que reprimía la libertad pero que no podía impedir los sentimientos.
Pawlikowski, que ya tiene 61 años, había demostrado su talento en «Ida» (2013), en la que narra las desventuras de una monja polaca cuya tía es una figura del comunismo. Pero en este último trabajo se supera y logra llevar al cine a sus más altas capacidades expresivas.
Rodada en blanco y negro, a «Cold War» le sobra no sólo el color sino también las palabras de los personajes porque la belleza de sus imágenes es elocuente. A ello se suma la fascinante banda sonora del filme que recoge temas populares de los campesinos polacos.
El único requisito imprescindible para hacer cine es tener talento y no hay duda de que el director de esta película lo posee a raudales. Una joya en medio de la mediocridad de la cartelera que sería un pecado no ver.