José María Carrascal
Para septiembre
Todo es posible en España, aunque tampoco le salen los números a un gobierno de izquierdas
Parece que, en vez de avanzar, retrocedemos. Y la primera ronda de entrevistas del Rey con los líderes políticos nos confirma el atrincheramiento de cada uno en sus posiciones, sin moverse un milímetro hacia la formación de un nuevo gobierno. Pese a que ha habido una importante novedad: el Rey ha encargado a Rajoy formarlo. Y Rajoy aceptó. Lo malo fue que el propio Rajoy sembró la confusión al dar a entender que era una aceptación condicionada a que pudiera obtener los apoyos necesarios para la investidura en el Congreso. Es verdad que repitió que estaba dispuesto a gobernar con sólo los 137 votos de su partido. Pero también lo es que no dejó claro si lo estaba a presentarse a la investidura con tan menguado apoyo que el rechazo era seguro, lo que le impediría gobernar. No sabemos si fue un fallo al expresarse o que ejerció de gallego, que, según el viejo dicho, «en una escalera nunca se sabe si está bajando o subiendo». Que repartiera responsabilidades –«Haré todos los esfuerzos para conseguirlo, pero no depende sólo de mí, sino que los demás deben también colaborar en el esfuerzo. España necesita un gobierno estable, sensato, razonable, cuanto antes»– no hizo más que aumentar las dudas, y el resto de las formaciones salieron en tromba contra él, exigiéndole que aclarase su actitud.
No tendrá más remedio que hacerlo, aunque tiene más difícil hacer valer sus avances del 26-J. Sus adversarios, que son todos, han comprobado su vulnerabilidad, cierran filas y preparan el contraataque. Rivera ha elevado el precio de sus votos, Sánchez le anima a pactar con sus «afines nacionalistas» como coartada para poder hacerlo él si Rajoy fracasa y vuelve a considerarse la posibilidad de un «gobierno progresista», que parecía descartada. Todo es posible hoy en España, aunque tampoco le salen los números a un gobierno de izquierdas porque están peleados entre sí y los nacionalistas, tras lo ocurrido en el Parlamento catalán, contaminan a quien se les acerque.
Lo único claro es que esta situación no puede prolongarse indefinidamente, ante los muchos deberes que nos quedan por hacer, empezando por los que nos ha impuesto Bruselas a cambio de perdonarnos la multa. Rajoy no puede negarse a asumir la investidura una vez aceptado el encargo del Rey, cuente o no con el respaldo suficiente. Del estadista se espera que cumpla la palabra dada. Pero el valor se le exige. Nadie quiere un líder pusilánime. Y mejor caer con dignidad que otra espantada. Tiene un plazo no demasiado largo para buscar los apoyos necesarios para exponer, no sólo a sus rivales, sino el pueblo español, por qué merece seguir al frente del Gobierno. ¿Y si no los consigue? Entonces, sí, entonces serán los otros quienes tendrán que explicar por qué lo rechazan. Esto no es un examen que se deja para septiembre, porque en septiembre las cosas pueden estar peor de lo que están y habría que ir a nuevas elecciones, que pueden perder todos. Me refiero a todos los españoles.