Vidas ejemplares
La pájara salarial
El malestar atiende en gran medida a que los sueldos no crecen

La Segunda Guerra Mundial dejó el mundo hecho añicos y hubo que reconstruirlo. Una «destrucción creativa», como diría el viejo economista Schumpeter. En Occidente, pese a baches como la crisis del petróleo de 1973, la clase media sabía que iba a prosperar, que cada vez ... cobraría más y viviría mejor. Ya no es así. Históricamente, en Estados Unidos se daba por infalible un dicho: «Lo que es bueno para la General Motors es bueno para América». Es decir, si la economía latía a buen ritmo, si el PIB subía, todas las capas sociales se veían beneficiadas. Lo habitual era que lo salarios creciesen a la par del PIB. Hagámonos ahora una pregunta: ¿Lo que es bueno para Apple y Amazon es bueno para América? No parece. El ingreso medio de los estadounidenses sigue por debajo del que disfrutaban a comienzos del siglo XXI.
Justin Welby, que antes de ser arzobispo de Canterbury era un respetado ejecutivo petrolero, sostiene que entre 2008 y 2012 se registró en el Reino Unido «el mayor estancamiento de los salarios en 150 años». Las consecuencias no le gustan: «Hoy la gente joven es más pobre que las generaciones anteriores a su misma edad. Se ha roto la promesa económica de una subida constante de los niveles de vida». El Papa Francisco reitera quejas similares.
En Estados Unidos y el Reino Unido, dos grandes países occidentales, la clase media, el termómetro de la buena salud de una sociedad avanzada, va a menos. ¿Y qué ocurre en España? El problema se agudiza. La crisis de 2008 situó al país al borde del precipicio. Evitamos despeñarnos gracias al sacrificio de todos y a las medidas de emergencia del Gobierno de Rajoy. Pero en realidad lo que se hizo fue acometer una devaluación general para ser competitivos, empezando por los salarios. Esta semana, el INE ha facilitado un dato demoledor: entre 2008 y 2017 los sueldos cayeron un 1,9%. Pero hay que tener en cuenta que los precios continuaron subiendo (entorno a un 15% en ese período). Conclusión: los españoles han perdido casi un 17% de su poder adquisitivo. O dicho en plata: no son más ricos, son más pobres que hace diez años. Es cierto que algunos bienes de consumo se han abaratado mucho, como la telefonía y la electrónica, y también hay ropa digna a precios asequibles. Pero el recibo de la luz se ha disparado un 59% en el periodo contemplado (no esta mal si se compara con la caída del 1,9% de los sueldos). El salario medio en España es un 39,7% más bajo que en Alemania y un 30,4% menor que en la vecina Francia. No es difícil de entender por qué crece el malestar social, que deriva en la búsqueda de soluciones populistas y milagreras.
España sufre una epidemia de bajos salarios, de la que nadie se ocupa, porque los partidos están entretenidos con el juego de las sillas. La izquierda, desnortada, da prioridad a las respetables causas de la minoría LGTBI y los refugiados por delante de los problemas de la acogotada clase media, la médula de un país, unas familias que constantan decepcionadas que por primera vez los hijos podrían vivir peor que sus padres. Casado y Rivera, de esto ni hablan. ¿Sánchez? Mirándose al espejo.
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