Pablo

Los dos eran candidatos óptimos, cada cual con sus ventajas y con sus inconvenientes

Salvador Sostres

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Pablo Casado será un buen líder del PP como lo hubiera sido Soraya. Aunque es normal que en estos casos se exageren las diferencias, los dos eran candidatos óptimos, cada cual con sus ventajas y con sus inconvenientes.

Las ventajas de Casado son sus convicciones conservadoras, su ímpetu, su aspecto, su elegante puesta en escena y que en su juventud todavía ajena a las responsabilidades de Gobierno es capaz de anteponer las ideas al pragmatismo, el deseo de mundo mejor al inevitable pacto con la realidad. Que la derecha vuelva a ser la derecha y vuelva a reconocerse en sus valores tradicionales es un buen punto de partida. El discurso de Casado fue vibrante, emocionante, portador de la clase de esperanza que España -como cualquier país civilizado- necesita para prosperar. Son ventajas, o virtudes, que el tiempo tiene que asentar y confirmar

Los inconvenientes de Casado se solucionan igualmente con el tiempo, y son la falta de experiencia tanto para gobernar como para cargar con el peso de una campaña nacional. Algunos de los que le han apoyado pueden desvirtuar su discurso, llevándolo al histerismo estéril desde el que se llenan las tertulias de casino de segunda pero se pierden las elecciones, como le pasó en 2008 a un Rajoy desfigurado por Acebes y por Zaplana (es decir, por el enloquecimiento resentido de Aznar).

Casado toma las riendas del partido Alfa de la política española. Un partido que ha votado renovarse, pero no más a la izquierda, como hacen todos, incluso Convergència, sino hacia la libertad individual, la familia como eje vertebrador de la sociedad y la vida como propósito superior de la Humanidad. Nunca es extrema la derecha. Lo único extremo que hay en España es la izquierda y una montaña rusa de Port Aventura que se llama Shambala.

A Pablo le va a resultar el reto más estimulante estar a la altura del brillante discurso con el que ha ganado las primarias. Si consigue descorrer el velo de la desolación ideológica que la izquierda ha creado -tantas veces ayudada por una derecha que se ha conformado con empatar el partido- será la mejor victoria que podrá ofrecer al conjunto de los españoles.

La primera libertad que tenemos que recuperar en España -y esto Pablo lo sabe y lo asume- es poder pensar y debatir sin que el sectarismo totalitario de la corrección política venga a hacerte callar diciéndote que eres un fascista. Los únicos límites de la literatura -Oscar Wilde lo dice- son los límites de la inteligencia.

Ha ganado Pablo y hay felicitarle. También habría sido interesante, para el PP y para España, que hubiera ganado Soraya. Pero en cualquier caso, mejor si en adelante, la derecha nos ahorramos espectáculos que, como las primarias, tan poco encarnan nuestro principio conservador y jerárquico.

Pablo

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