Editorial ABC
Otro rescate para Bankia
Queda en suspenso la recuperación de los fondos que el Estado aportó al rescate de Bankia. Aquello nunca fue un negocio, y menos aún un buen negocio
Comunicada formalmente a la CNMV y pendiente del cierre de la negociación entre ambas entidades y de la aprobación de los supervisores, la fusión entre Caixabank y Bankia representa un primer paso en el nuevo proceso de concentración que ha de acometer la banca para sobrevivir a la crisis de su modelo de negocio. Con unos activos que rondan los 630.000 millones de euros, la nueva sociedad se situaría -a la espera de nuevas operaciones en el sector- como el primer banco de España, por delante del Santander y el BBVA, y con una red de sucursales articulada a lo largo y ancho del territorio nacional, lo que sin duda va a subrayar el carácter suprarregional de una entidad definitivamente ajena a las tensiones territoriales que durante años condicionaron los planes de desarrollo de la antigua Caixa y lastraron su imagen comercial. Las subidas con que el mercado bursátil saludó ayer el anuncio de esta fusión revelan las virtudes financieras de una operación que sigue la senda recomendada por las autoridades europeas, no solo para las entidades españolas, y marcan el camino para el resto de un sector que aún no ha completado su traumático proceso de reconversión para dejar atrás el modelo que vertebró su negocio hasta el estallido de la crisis de 2008. El coste social de esta fusión, con el inevitable cierre de sucursales, ha de ser racionalizado y amortiguado en la medida de lo posible por los gestores de la nueva entidad, obligada, como el resto de los bancos, a adecuar sus plantillas y sus recursos a una revolución digital que de forma implacable ha dinamitado el mapa de la economía.
La lectura política que deja esta fusión, bendecida por el Gobierno de Sánchez, juez y parte a través del FROB, no es otra que la que proporciona un mercado que trata de subsistir al margen de las injerencias políticas y que en el caso del sector financiero ha sido castigado en los últimos años por los excesos regulatorios. Que Unidas Podemos considere «preocupante» esta operación es una buena señal: se aleja su sueño de crear, a partir de Bankia, un banco público desde el que poner en marcha sus delirios estatalistas, incompatibles con una economía de mercado y opuestos a los vientos que soplan en la eurozona. Queda en suspenso la recuperación de los fondos -más de 16.000 millones de euros aún pendientes- que el Estado aportó al rescate de Bankia, factura cuyo pago dependerá de la evolución en el mercado de la nueva entidad. Aquello nunca fue un negocio, y menos aún un buen negocio. Con un 14 por ciento del capital del futuro banco, el FROB diluye su peso accionarial y su margen de maniobra. Queda, como mal menor, aceptado por Sánchez, la esperanza de sacar partido a una inversión que a precio de mercado no superaría hoy los 5.000 millones de euros. Que la operación resulte un éxito y genere riqueza sería una buena noticia para todos.