Ramón Pérez Maura - Horizonte

Ese otro discurso regio de Navidad

Yo comprendo que a un tipo de Esquerra Republicana de Catalunya le moleste mucho ver al Rey sentado en el Salón del Trono

RAMÓN PÉREZ-MAURA

DISCÚLPENME por remontarme a hechos de la semana pasada, lo que en el periodismo moderno es como rebuscar en la noche de los tiempos. Pero después de alegrarme mucho oyendo las críticas que desde los secesionistas y la izquierda radical y antisitema se han hecho al Rey por su discurso de este año, he visto el discurso de Navidad de la Reina de Inglaterra. Y eso ya me ha parecido el no va más.

Empecemos por el principio. Yo comprendo que a un tipo de Esquerra Republicana de Catalunya le moleste mucho ver al Rey sentado en el Salón del Trono. Ya sabemos que él querría verlo encerrado en la perrera. Pero entra dentro de lo normal que Felipe VI se dirija al país junto a un trono que, como ya advirtió Juan Carlos I, representa la soberanía nacional de la que son titulares todos los españoles. Y el discurso de la Nochebuena de 2015 era un mensaje del representante de todos los españoles, los que desean que lo sea y los que no. El Rey apareció él solo en la inmensidad de ese salón en el que le arropaba la grandeza simbólica de su decoración. La buena realización permitió concentrarse en sus palabras y no distraerse con los infinitos detalles del entorno. La fuerza de sus argumentos se veía refrendada por la contundencia del escenario elegido. Frente al distribuidor de una casa «normal» escogido para el discurso de 2014, un año después las palabras se pronunciaban desde una de las más relevantes manifestaciones arquitectónicas de la grandeza de la Monarquía española. Q ue es lo mismo que decir de la grandeza de España. Y es normal que eso moleste al grupito antes enumerado. Y yo me alegro. Que se fastidien.

Me han hecho llegar esta semana el magnífico mensaje de Navidad de la Reina Isabel II del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Aclaremos de entrada que su oratoria está muy por debajo de la de Felipe VI. Pero con un gran montaje de imágenes de la Familia Real resumiendo el año en poco más de dos minutos se da paso a la Reina sentada en un salón de Buckingham Palace ante el árbol de Navidad. Y empieza por explicar que el árbol se convirtió en tradición popular por la felicitación de Navidad ilustrada con uno adornado que enviaron sus tatarabuelos la Reina Victoria y el Príncipe Alberto. Dice que el árbol es un símbolo de unidad entre gentes de todas las creencias y también para los que no tienen ninguna fe, recuerda que la estrella que corona el árbol evoca la de las Sagradas Escrituras y cita el Evangelio según San Juan para recordar la luz en la oscuridad; habla de las circunstancias del nacimiento de Jesús en Belén, donde «José y María huían como los refugiados» y reivindica la vigencia del mensaje de Cristo de amarse unos a otros.

¡Sentada en un Palacio como el de Buckingham –frente al que La Zarzuela se convierte en lo que realmente es: un gran caserón de campo– y hablando del sentido religioso de la Navidad! ¿Se imaginan que Felipe VI hubiera estructurado su discurso de Nochebuena sobre las enseñanzas derivadas de la Biblia? Sí, claro, habrá quien me diga que Isabel II es cabeza de la Iglesia de Inglaterra, que sigue siendo la confesión oficial. Pero ¿creen que algún musulmán o ateo se ha sentido insultado allí? Y lo que es más importante, ¿cree alguien que en Inglaterra hay un porcentaje de practicantes mayor que en España? Pues, a diferencia de Inglaterra, si Su Majestad Católica el Rey de España, además de hablar desde Palacio hubiera mentado la religión que impregna la cultura de todas las Españas, esto habría sido el acabose.

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