Editorial ABC

Otras opciones por la vida

El caso de María José Carrasco y su esposo, Ángel Hernández, ha estimulado a los defensores de la eutanasia para introducir, de forma manipulada, el debate sobre esta cuestión en la agenda preelectoral

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El caso de María José Carrasco y su esposo, Ángel Hernández, ha estimulado a los defensores de la eutanasia para introducir, de forma manipulada, el debate sobre esta cuestión en la agenda preelectoral. La cobertura informativa de los videos grabados por el marido horas antes de facilitar a su esposa la sustancia que acabó con su vida, ha dado al caso una dimensión emocional que complica el análisis objetivo y sosegado de la eutanasia. Por lo pronto, para esto sí se puede legislar en caliente, porque es lo que autorizan los que se llaman progresistas. El primero en lanzarse en plancha a esta piscina ha sido el PSOE, por boca del propio Sánchez, que ahora critica al PP por torpedear la ley de eutanasia en el Congreso, cuando su partido estuvo haciendo lo mismo en el Parlament cuando surgió el asunto. Al sacar ahora el tema, le sirve además como excusa para no hablar de sus socios, entregados a la destrucción de España.

El debate sobre el derecho a poner fin a la propia vida está sesgado por contenidos ideológicos, parecidos a los que rodean al aborto. Parecería razonable que ni matar ni morir fuera un derecho subjetivo de nadie, menos aún en una sociedad avanzada, asistencial y solidaria como la española, que debería ser capaz de ofrecer alternativas médicas y sociales a situaciones límite.

La querencia de la izquierda por el aborto y la eutanasia como manifestaciones del progreso social ha banalizado el significado ético de la vida para la sociedad. La vida humana trasciende de la persona y es una fuente de valores -solidaridad, ayuda, dignidad, igualdad- que quedan velados por la eutanasia y el aborto. La muerte de Carrasco, como otros casos similares de sufrimiento irreversible, provoca dilemas dramáticos que cada ciudadano encauza desde su perspectiva, pero las sociedades deben organizarse sobre normas de convivencia que garanticen valores superiores. España debe contar con un sistema nacional de cuidados paliativos, que profesionalice la atención a enfermos incapacitados e irreversibles y ayuden a sus familiares. Sería esta una opción de política legislativa con un mensaje positivo para los enfermos y sus familias, tentados ahora por la propaganda de la muerte a dejarse morir o a ayudar a morir. Esto sí es progresar.

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