Editorial ABC
Otra Cumbre del Clima en blanco
Desde 1995, cuando la primera de estas citas internacionales fue convocada en Berlín, las cumbres climáticas se han sucedido sin que los países participantes hayan sido capaces de renovar el recurrente repertorio de gestos y declaraciones solemnes con que suelen empezar y terminar
Una semana después de su apertura, la Cumbre del Clima que se celebra en Madrid encara su recta final sin que haya surgido de sus mesas de debate ninguna medida concreta -y menos aún un compromiso vinculante- contra la crisis medioambiental que sufre el planeta, un problema que sin duda merece ser abordado de forma inaplazable. Desde 1995, cuando la primera de estas citas internacionales fue convocada en Berlín, las cumbres climáticas se han sucedido sin que los países participantes hayan sido capaces de renovar el recurrente repertorio de gestos y declaraciones solemnes con que suelen empezar y terminar. El show de Greta Thunberg, la plantación de árboles, las coreografías étnicas, el coloreado de edificios, las sentadas de protesta y las declaraciones políticas se acumulan en el balance provisional de la cita madrileña. La superficialidad y el simplismo de la queja ecologista y la ausencia de compromisos políticos reales marcan el desarrollo de una cita cuyo único valor es el de concienciación, necesaria pero no suficiente. Hacer visible la gravedad de esta crisis ha contribuido en los últimos años a que la sociedad asuma su cuota de responsabilidad en la batalla contra el deterioro medioambiental y determine con sus decisiones de compra el giro de una industria que, por mero instinto de supervivencia, ha tomado la iniciativa para blanquear su producción y hacerla presentable en los escaparates del consumo global, hipersensibilizados ante este desafío. Los dirigentes políticos que el pasado lunes posaron en la foto de familia de la Cumbre de Madrid, y también los que se ausentaron, volverán el año que viene a reunirse en una ciudad que está por determinar. Las estadísticas serán previsiblemente peores y los discursos, muy similares. Sus declaraciones de intenciones no son compromisos reales.