Vidas ejemplares
Su oportunidad
Para dar la sorpresa Casado necesita hablar en ganador

Las elecciones de abril pillaron al PP arrastrando todavía el eco de su cascada de corrupción previa y con su nueva cúpula recién instalada y haciéndose al timón de Génova. El resultado fue una toña memorable, que ha complicado incluso la vida económica de la ... formación (los escaños son euros). La principal causa del quebranto del PP fue la aparición de Vox, un partido nacionalista español que plantaba cara frontalmente al justo hartazgo por los abusos del separatismo y el remoloneo sorayo-marianista. Con la irrupción de la marca de Abascal, Sánchez y su gurú personal vieron el cielo abierto: la partición de la derecha en tres constituye el mejor combustible para eternizar al PSOE en la Moncloa, del mismo modo que Soraya fomentó la génesis televisiva de Podemos para mermar con éxito a los socialistas.
Ahora que ya han ido pasando de los eslóganes a la praxis, Vox ha resultado una formación de ribetes un poquillo frikis y sin demasiada chicha intelectual, un desahogo para votantes enojados -no sin razón-, que quieren propinarle una patada en la espinilla al sistema. Pero en la pasada primavera eran el partido de moda y le hicieron un roto muy serio al PP, que además pagó por el centro la crecida de Ciudadanos (Rivera es un soberbio sofista y ganó de calle los importantes debates televisivos). El PP completó su implosión al descuidar el centro -el caladero de la banda ancha de la sociedad-, para situarse bajo la advocación de Aznar e intentar jugar a golpe de contundencia en la liga de Abascal. Ese rol agresivo no se correspondía con el talante natural de Casado, que es cordial y constructivo. El resultado fue un candidato nervioso, que salía a correr tras todos los balones y hablaba (y sonreía) demasiado.
En la vida la suerte es crucial. Personas con idéntico talento se ven arriba o abajo por el capricho de la fortuna. En política también ocurre (ahí tienen a Moreno Bonilla gobernando Andalucía tras un magro resultado). Casado ha recibido el regalo del azar de disfrutar enseguida de una reválida. Y aunque tropezará de nuevo contra el muro de las televisiones y el hándicap del imperio social del credo progresista, lo cierto es que dispone de una oportunidad para darle un susto a Sánchez, que lleva cuatro meses tan calamitosos que no los maquillan ni su cañón de propaganda ni los huesos de Franco. Para intentar ganar, el mensaje de Casado habrá de ser muy conciso y nítido: si te acuestas con Rivera o Abascal, al final te despertarás con más Sánchez, como en abril. Su éxito dependerá de que entre los once millones de votantes de centro y derecha cale la idea de que solo reagrupando el voto se puede presentar una alternativa al PSOE de RTVE, del Instagram de Redondo, de los decretos propagandísticos y del CIS (ayer Tezanos llevó su jeta militante al extremo de dar siete puntos más a Sánchez que Michavila en ABC).
Para ganar una final hay que saltar al césped creyéndoselo. Si sales a empatar, lo probable es que acabes trasquilado. Lo peor de la autocrítica es que los demás se la creen, e implorar España Suma cuando Rivera se niega no deja de ser una confesión de debilidad.
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